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OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO


Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Señor, a quien sirven los ángeles.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: ÁNGELES DE LA MAÑANA

Ángeles de la mañana,
ángeles del mediodía,
de la tarde y de la noche
son tu presencia divina.

Llenos de gozo, Señor,
te damos nuestra alegría,
peregrinos de la tierra,
huéspedes ya de tu vida.

¡Que nunca nos abandone,
en el sueño o la vigilia,
el ángel que nos pusiste
como compañero y guía! Amén.

SALMODIA

Ant 1. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.

Salmo 36 I - LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD

No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.

Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará brillar tu justicia como el amanecer;
tu derecho, como el mediodía.

Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:

cohíbe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.

Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.

Ant 2. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.

Salmo 36 II

El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.

Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.

Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.

El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;

pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.

El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.

El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.

Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.

Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.

Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.

Ant 3. Confía en el Señor y sigue su camino.

Salmo 36 III

La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.

El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.

Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.

Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.

Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.

El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva,
porque se acogen a él.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Confía en el Señor y sigue su camino.

V. Enséñame Señor, a gustar y a comprender.
R. Porque me fío de tus mandatos.


PRIMERA LECTURA

Del libro de Judit 6, 1-7. 10; 7, 1. 4-5

AJIOR ES ENTREGADO A LOS ISRAELITAS

En aquellos días, cuando se calmó el alboroto de los que rodeaban el consejo, Holofernes, generalísimo del ejército asirio, dijo a Ajior en presencia de toda la tropa extranjera y todos los moabitas:

«Y ¿quién eres tú, Ajior, y los mercenarios de Efraím, para ponerte a profetizar así, diciendo que no luchemos contra los israelitas porque su Dios les protegerá? ¿Qué dios hay fuera de Nabucodonosor? Él va a enviar su poder y los exterminará de la faz de la tierra, sin que su Dios pueda librarlos. Nosotros, sus siervos, los aplastaremos como a un solo hombre. No podrán resistir el empuje de nuestra caballería. Los barreremos. Sus montes se emborracharán con su sangre, sus llanuras rebosarán de cadáveres. No podrán aguantar a pie firme ante nosotros, sino que perecerán totalmente, dice el rey Nabucodonosor, dueño de toda la tierra. Porque ha hablado, y no pronuncia palabras vacías.

Y en cuanto a ti, Ajior, mercenario amonita, que has dicho esas frases en un momento de sinrazón, no volverás a verme hasta que castigue a esa gente escapada de Egipto. Entonces, cuando yo vuelva, la espada de mis soldados y la lanza de mis oficiales te traspasarán el costado, y caerás entre sus heridos. Mis esclavos te van a llevar a la montaña y te dejarán en alguna ciudad de los desfiladeros; no perecerás hasta que seas exterminado con ellos. Y, si por dentro confías en que no nos apoderaremos de ellos, no estés cabizbajo. Lo he dicho; no quedará una palabra sin cumplirse.»

Después, ordenó a los esclavos que estaban en la tienda que echasen mano a Ajior y lo llevasen a Betulia para entregarlo a los israelitas. Los israelitas bajaron de la ciudad, se acercaron a Ajior, lo desataron, lo llevaron a Betulia y se lo presentaron a los jefes de la ciudad, que eran, en aquel entonces, Ozías, de Miqueas, de la tribu de Simeón; Cabris, de Gotoniel, y Carmis, hijo de Melquiel. Convocaron a todos los ancianos de la ciudad, y también los jóvenes y las mujeres fueron corriendo a la asamblea. Pusieron a Ajior en medio de la gente, y Ozías le preguntó qué había pasado.

Al día siguiente, Holofernes ordenó a su ejército y a las tropas aliadas que levantaran el campamento y avanzaran hacia Betulia, ocuparan los puertos de la sierra y atacaran a los israelitas. Cuando los israelitas vieron aquella multitud comentaron aterrorizados:
«Estos van a barrer la faz de la tierra; ni los montes más altos, ni las colinas, ni los barrancos aguantarán tanto peso.»

Cada cual empuñó sus armas, encendieron hogueras en las torres y estuvieron en guardia toda la noche.

RESPONSORIO    Jdt 6, 15; Sal 79, 3

R. Señor, Dios del cielo, mira desde lo alto su soberbia * y apiádate de la humillación de nuestro pueblo; mira hoy benévolo a tus consagrados.
V. Despierta tu poder y ven a salvarnos.
R. Y apiádate de la humillación de nuestro pueblo; mira hoy benévolo a tus consagrados.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 12 sobre el salmo «Qui habitat», 3, 6-8: Opera omnia, edición cisterciense, 4 [1966], 458-462)

QUE TE GUARDEN EN TUS CAMINOS

A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Den gracias y digan entre los gentiles: «El Señor ha estado grande con ellos.» Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él? Porque te ocupas ciertamente de él, demuestras tu solicitud y tu interés para con él. Llegas hasta enviarle tu Hijo único, le infundes tu Espíritu, incluso le prometes la visión de tu rostro. Y, para que ninguno de los seres celestiales deje de tomar parte en esta solicitud por nosotros, envías a los espíritus bienaventurados para que nos sirvan y nos ayuden, los constituyes nuestros guardianes, mandas que sean nuestros ayos.

A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos están presentes junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta orden, no por ello debemos dejar de estarles agradecidos, pues que cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes.

Seamos, pues, devotos y agradecidos a unos guardianes tan eximios; correspondamos a su amor, honrémoslos cuanto podamos y según debemos. Sin embargo, no olvidemos que todo nuestro amor y honor ha de tener por objeto a aquel de quien procede todo, tanto para ellos como para nosotros, gracias al cual podemos amar y honrar, ser amados y honrados.

En él, hermanos, amemos con verdadero afecto a sus ángeles, pensando que un día hemos de participar con ellos de la misma herencia y que, mientras llega este día, el Padre los ha puesto junto a nosotros, a manera de tutores y administradores. En efecto, ahora somos ya hijos de Dios, aunque ello no es aún visible, ya que, por ser todavía menores de edad, estamos bajo tutores y administradores, como si en nada nos distinguiéramos de los esclavos.

Por lo demás, aunque somos menores de edad y aunque nos queda por recorrer un camino tan largo y tan peligroso, nada debemos temer bajo la custodia de unos guardianes tan eximios. Ellos, los que nos guardan en nuestros caminos, no pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún pueden engañarnos. Son fieles, son prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos? Basta con que los sigamos, con que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la sombra del Omnipotente.

RESPONSORIO    Sal 90, 11-12. 10

R. A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; * te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra.
V. No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda.
R. Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios, Padre misericordioso, que, en tu providencia inefable, te has dignado enviar, para nuestra guarda, a tus santos ángeles, concede a quienes te suplican ser siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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