Seguimos comentando con Teresa de Jesús la petición del Padrenuestro:
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA:
«Acabando de recibir al Señor, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma y miraros al corazón; que yo os digo, y otra vez lo digo, y muchas lo querría decir, que si tomáis esta costumbre todas las veces que comulguéis, que no viene tan disfrazado que de muchas maneras no se dé a conocer conforma al deseo que tenemos de verle; y tanto lo podéis desear que se os descubra del todo.
Mas si no hacemos caso de El, sino que en recibiéndole nos vamos de con El a buscar otras cosas más bajas, ¿qué ha de hacer?,¿nos va a traer por la fuerza a que le veamos? no. Que le vean descubiertamente y comunicar sus grandezas y dar de sus tesoros, no quiere sino a los que entiende que mucho le desean, porque estos son sus verdaderos amigos. Que yo os digo que quien no lo fuere, nunca le importune porque se le dé a conocer. No ve la hora de haber cumplido con lo que manda la Iglesia, cuando se va de su casa y procura echarle de sí; ansí que este tal, con otros negocios y ocupaciones y embarazos del mundo, parece que, lo más presto que puede, se da prisa a que no le ocupe la casa el Señor de él.»
Es un momento de excepcional importancia el de después de la comunión. No hemos recibido un trocito insignificante de pan; hemos recibido al mismísimo Señor Nuestro Jesucristo. Claro está que los que comulgamos lo sabemos y creemos, pero quizá con una fe tibia, rutinaria, incoherente, y así apenas prestamos atención a quien ha querido rebajarse hasta ese grado de entrar en nuestro propio ser. Cuidemos ese encuentro tan único y especial, y seguramente iremos deseándole cada vez más y disponiéndonos mejor.
Hermanas Carmelitas