Y seguimos en el confinamiento….
Y seguimos en el confinamiento,¡pero ya falta poco!
Os querría invitar a aprovechar esta situación en la que podéis disponer de más tiempo. Ya sabéis que el 5º mandamiento dice: «no matarás»; pues bien, ninguno vamos a matar al vecino, claro, pero podemos MATAR EL TIEMPO, lo que sería una pérdida lamentable, pues el tiempo es un tesoro que no sabemos cuando se nos terminará.
Creemos que el tiempo mejor empleado es el que dedicamos a la oración. Después de la Eucaristía, no hay cosa mejor que podamos hacer: orar. Hoy día estamos muy sensibilizados en que hay que ayudar al prójimo en todo lo que podamos, y esa sensibilidad es algo estupendo, pero lo que no es tan estupendo es que un rato largo de oración, si no sentimos nada, si sólo experimentamos sueño y aburrimiento, es un tiempo perdido e inútil: EN ABSOLUTO. Es un tiempo que hemos consagrado a Dios en el que le entregamos nuestra vida, enteramente, aunque no sintamos ninguna gratificación, sencillamente como prueba de que creemos en El y le amamos. Nos devolverá ese tiempo, cargado de Vida, cuando y como quiera.
Sería un fruto exquisito el que saliéramos del confinamiento con la costumbre de dedicar un tiempo largo (¿media hora?) a la oración personal, al trato de amistad con nuestro Dios; la oración litúrgica y comunitaria es valiosísima, pero no puede suplir el trato tú a Tú con Jesús. Es, con la ayuda de la Palabra de Dios y los escritos de los santos, que tienen experiencia de este trato, el ir adentrándonos en nuestro interior para encontrarnos ahí con el Dios que nos habita.
En este camino, es Jesús nuestro modelo; El se retiraba o al amanecer o al anochecer a encontrarse con su Padre, y de estos encuentros, sacaba la fuerza para poder entregarse a los hombres.
Saquemos bienes de los males. Es probable que estas circunstancias no se vuelvan a dar en nuestra vida, y sería una lástima no aprovecharla: orad, orad, orad…es parte imprescindible del primer mandamiento: «Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas»
Hermanas Carmelitas