PENTECOSTÉS
Llegamos al culmen del año litúrgico:¡¡¡PENTECOSTÉS!!! La efusión del Espíritu Santo.
Hay dos imágenes que nos pueden acercar al Espíritu Santo. Dice un autor que es como «el obrero» en la Trinidad; es decir el que realiza lo que la Trinidad decide. Se ve claro en la vida de Jesús: concebido por el Espíritu, en el Jordán el Espíritu desciende sobre El, por el Espíritu echa los demonios y hace los milagros, el Espíritu le resucita de entre los muertos, el Espíritu desciende sobre los suyos que han de anunciar el Reino.
La otra es su aspecto «maternal», es como lo femenino y materno en la Trinidad. Dice san Maximiliano Kolbe que María es «casi» como una encarnación del Espíritu.
¡Qué belleza!¿no?. El Espíritu es el obrero que realiza en nosotros la obra de nuestra santificación; y lo hace con ternura maternal, con una paciencia infinita, sin violentarnos, respetando nuestra libertad.
El nos quiere ayudar a superar la mundanidad para buscar las cosas de allá arriba; quiere crear la comunión y la unidad entre todos. La palabra «diablo» significa división, esta es la misión suya. Donde hay división, ahí está satanás; donde hay comunión, ahí está el Espíritu Santo.
El es también el artista que quiere reproducir en nosotros a Jesús. En la mayoría de nosotros esta imagen de Jesús está oculta por una buena capa de la suciedad que va poniendo el pecado, pecadillos, si se quiere, pero que impiden que reluzca en nosotros la belleza y santidad de Cristo. Si le prestamos atención y secundamos su acción, el Espítitu Santo va purificando y limpiando, para que vaya apareciendo hermosa y resplandeciente la imagen de Jesús.
¡FELIZ FIESTA DE PENTECOSTÉS!
Hermanas Carmelitas