Editorial

Llamados y enviados a servir

La comunidad cristiana de Villar del Arzobispo se llena de gozo este sábado por un acontecimiento que no puede dejar a nadie indiferente. Un miembro de nuestra parroquia, Catalin Tantan, conocido y querido por todos (también por el cura nuevo, que ha compartido con él tiempo de seminario y formación) recibe el sagrado orden del diaconado, un ministerio que le une a Jesucristo, para el servicio de la Iglesia. Los diáconos (de la palabra griega “servidor”), desde los inicios de la cristiandad han tenido la tarea de atender a los pobres, y de realizar el servicio de la mesa del altar.

La vocación de un joven siempre es motivo de alegría y de esperanza para una comunidad parroquial. La llamada vocacional es un signo evidente de que el Señor cuida y acompaña esta parroquia, que a través de su acción pastoral y evangelizadora suscita en el corazón de algunos el deseo de seguir a Jesús, dejándolo todo para entregar su vida sirviendo a Dios y a la Iglesia.

La vocación de Catalin es motivo de gozo, y merece que nuestra parroquia lo celebre con gran fiesta (la que nos permita el Covid-19, nos hubiese gustado que fuese mejor pero…no es posible). Además, este momento fuerte en la vida de fe de esta parroquia también es una buena oportunidad para que desde la vocación de Catalin nos preguntemos como cristianos ¿cuál es nuestra vocación? ¿a qué nos llama el Señor como miembros activos de la parroquia?

Como creyentes, todos nos hemos de sentir llamados por el Señor, cada uno de forma peculiar, distinta y no más ni menos importante. El Señor llama a hombres y mujeres de nuestro mundo para una misión distinta, complementaria y necesaria en la Iglesia. La llamada de Dios se inicia por una llamada a la fe, a creer a confiar y a depositar en él nuestros gozos y alegrías, nuestras esperanzas y nuestros anhelos más profundos.

Desde que ponemos a Dios en medio de nuestra vida, es él quien nos va llamando y sugiriendo el camino a seguir. Su propuesta, particular para cada uno de nosotros, tiene un elemento en común en todos los casos: el Señor nos envía para que desempeñemos una misión en medio del mundo. Nunca es una llamada a la pasividad, ni tampoco a la inactividad, todo lo contrario, Dios nos llama para que a través de nuestra forma de vida nos convirtamos en evangelizadores y testigos de Jesucristo, para que llevemos su mensaje y hagamos presente a la Iglesia. Dios nos llama para servir a nuestros hermanos, a través de las distintas tareas o los diversos ministerios que se nos confían.

El próximo domingo, día 27, tendremos la Eucaristía de Inicio de Curso con el envío de agentes de pastoral. Es una buena oportunidad para que recordemos la llamada que el Señor nos ha hecho y para que concretemos en el curso que vamos a iniciar, cuál va a ser nuestro servicio, y cómo podemos servir a nuestra comunidad parroquial, contando con los dones y las capacidades de los que disponemos.

Aprovechemos el momento para repensar los talentos con los que contamos, y busquemos la mejor forma para aprovecharlos y ponerlos al servicio de la parroquia y de la sociedad. Nuestra vocación común es el servicio, y nuestra llamada es una llamada misionera. El Señor no llama y nos envía con un objetivo: la Evangelización de Villar del Arzobispo, un pueblo que necesita cada día un poco más del Evangelio, que necesita a Dios para reconstruir una sociedad más humana, solidaria, y fraterna. Escuchemos la llamada, alegrémonos de servir, Dios tiene puesta su confianza en nosotros ¿vamos a desaprovechar esta oportunidad?

Quique, vuestro cura.

Comentarios cerrados.