SAN ROQUE NUESTRO PATRÓN
Nuestra comunidad parroquial celebra el lunes 16 la gran fiesta de San Roque, nuestro patrón. ¿Qué nos puede recordar a los cristianos hoy? San Roque había quiso hacer realidad una cita del evangelio de Mateo : «Vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y de este modo tendrás un tesoro en el cielo. Luego, vente conmigo». Optó por seguir a Jesús en la pobreza e inició su peregrinación a Roma, que fue interrumpiendo para atender en hospitales a enfermos afectados por la peste, fue haciendo paradas en diferentes ciudades donde sabía que mucha gente estaba sufriendo esta epidemia.
En medio de este miedo al contagio, el testimonio de este santo nos interpela. San Roque nos hace pensar si, llegado el caso nosotros seríamos capaces de no amar tanto nuestra vida como para querer conservarla cuando el otro está en necesidad. Sabemos que no es momento de heroísmos que nos pongan a nosotros y a los demás en riesgo de contagio. Pero quizá esta situación puede hacernos pensar en cómo es nuestro amor a Dios y al prójimo.
Sabemos que nuestro Dios no nos deja solos nunca, ni en las circunstancias más difíciles, aprovechemos este tiempo para tener un encuentro sincero con él, que nos haga mejores personas y mejores cristianos. Cuando todo esto pase, que pasará, no olvidemos las soledades de nuestro mundo, que seguirán estando ahí, ocultas a los ojos del mundo que se volverá a poner en marcha.
Mantenerse en pie cuesta, “resistir”, porque la habilidad para afrontar los acontecimientos traumáticos se llama “resiliencia”. Ser resiliente no significa estar siempre bien, no implica volver al estado anterior o mejor que el anterior. Significa no quedarse atrapado en el dolor o el miedo cuando se produce un hecho adverso, sino aprender de las contrariedades y ser capaz de integrar las experiencias dolorosas.
El ejemplo de vida de San Roque nos ofrece la oportunidad de cultivar y consolidar evangélicamente las relaciones humanas para ser siempre con el otro y para el otro. San Roque nos humaniza y nos invita a convertirnos en don, a cuidar a las personas que nos encontramos en el camino, como Dios hace con cada ser humano. Es un tiempo propicio para descubrir en el proceso de fe aquello que es verdaderamente esencial para la existencia cotidiana: aprender de la relación profunda con Dios para vivir siempre en caridad con todos.
Dar gracias es un rasgo fundamentalmente cristiano y humano. La dialéctica humana funciona en términos de «doy para que me des», pero la dialéctica divina se cambia por estos otros: «Me has dado mucho y por eso te doy gracias». Hagamos una oración de alabanza y también de gratitud que salga del corazón.
Vuestro Cura, Quique