Editorial

El final del camino

La próxima semana celebraremos la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, dando así fin al año litúrgico en el que como comunidad hemos recorrido la vida de Cristo, haciéndonos partícipes de la salvación que él sigue ofreciendo a la Iglesia. Llegar al final es siempre un buen momento para hacer un examen sensato, tanto a nivel personal como comunitario de lo que el Señor nos ha ayudado a vivir este año y a crecer en la fe, a pesar de las dificultades que esta pandemia nos ha hecho vivir.

¿Qué es, por tanto, lo que el año litúrgico nos propone? La posibilidad de que cada tiempo litúrgico de forma a nuestra celebración comunitaria, nuestra oración, nuestra espiritualidad. La vivencia del año litúrgico nos ofrece que, siguiendo los pasos de Cristo, podamos crecer como creyentes y como parroquia.

Vivir el año litúrgico es despertar en nuestra comunidad y en nuestra vida la esperanza de la venida final de Cristo; permite que nos asociemos a la Iglesia en su espera del nacimiento del redentor, y que vivamos con gozo la fiesta del Nacimiento de Jesús, que viene a tomar nuestra carne. La Cuaresma y la Pascua son siempre una puerta abierta a la conversión y a la alegría de la fe, que tiene como centro y núcleo el acontecimiento renovador y salvador de la Resurrección del Señor, una Pascua que celebramos durante 50 días, y que en Pentecostés llena de fuerza la Iglesia con la venida del Espíritu Santo.

De la Pascua siguen llegándonos ecos del amor de Dios, en las solemnidades de la Santísima Trinidad, el Corpus, o el Sagrado Corazón. Y así, con el corazón y el espíritu renovados el Señor nos regala vivir un tiempo de camino, perseverancia y crecimiento que es el Tiempo Ordinario en cada comunidad.

El año litúrgico es aquello que da sentido a la vivencia de la fe de cada cristiano, es el tiempo que la Iglesia, como pueblo de Dios en camino, nos va marcando para que interioricemos y comprendamos los misterios de la vida de Cristo. De manera que nuestra existencia quede iluminada por la vida de Jesús, y nuestra vida vaya tomando forma y aproximándose así al hombre perfecto, que es Cristo, el unigénito de Dios.

Por ello, como en todo ciclo, curso o periodo de aprendizaje es necesario que al final de este tiempo hagamos balance de lo que este año hemos vivido, y aprendido, y que nos pongamos metas o nos propongamos nuevos proyectos para iniciar como parroquia y en nuestra vida de fe personal, familiar, o de grupo. Un nuevo ciclo, un nuevo año para caminar con el Señor está a punto de empezar. En tus manos, en las de nuestra comunidad, la clave para vivirlo, para aprender, para crecer en la fe y en el sentido de la vida humana y cristiana. ¿Cómo vamos a vivirlo? La respuesta es tuya, mía, de todos. Que el Señor nos ayude a caminar un año más a su lado en la experiencia de su amor y su misericordia.

Quique, vuestro párroco.

Comentarios cerrados.