Editorial

Vivía en el Templo día y noche…

Esta semana celebraremos la fiesta de la presentación del Señor en el Templo, la fiesta de la Candelaria. Aunque nos parezca casi increíble, ya han pasado 40 días desde Navidad, y pronto (aunque este año más tardíamente) la Cuaresma nos llamará a la puerta.

En esta fiesta de la presentación, unida a la tradicional bendición de candelas, celebramos en toda la Iglesia la Jornada de la Vida Consagrada, recordando el testimonio de Simeón y Ana, que vivían entregados al templo a la espera del Mesías anunciado.

Este día nos toca de cerca a nosotros, a la comunidad cristiana del pueblo de Villar, al tener especialmente presentes en nuestra celebración y en nuestra oración a la Comunidad de Carmelitas Descalzas que junto a nosotros caminan en la fe. Es una jornada también en la que podemos dar gracias porque cada una de ellas, su presencia, su comunidad, su oración y desvelo contantes por nosotros, por nuestra parroquia y por nuestro pueblo son un regalo del cielo.

Es un regalo contar con su presencia en primer lugar por su testimonio de firmeza en la fe. Una fe que ponen de manifiesto en su entrega cotidiana, en su fidelidad a la Iglesia, en el cuidado y atención de su sencilla pero exigente vida comunitaria, en su oración y la delicadeza de su vida espiritual.

También es un regalo saber que en ellas tenemos un constante caudal de intercesión. Su oración socorre a los enfermos, fortalece a los débiles, anima a los jóvenes, ayuda a a las familias, da descanso a los difuntos… Es su oración la que hace fructífera la vida y la pastoral parroquial, la catequesis, y todas nuestras acciones de caridad y apostolado. La oración de las carmelitas es un cauce de gracia para el pueblo de Villar que tiene en ellas puesta su confianza.

Un tercer motivo de agradecimiento es el afecto y el cariño que recibimos de esta comunidad. Sus puertas son puertas abiertas en las que hallar comprensión. Siempre hay alguna hermana que tiene una palabra de aliento para quien en ellas busca un consejo, una caricia o una ayuda espiritual y humana. En la casa del Carmelo todos son bienvenidos, y nadie es rechazado, ignorado o desatendido (El rey Gaspar quizás no opine lo mismo…)

Su vida consagrada es una bendición para el pueblo, para la Parroquia y para cada uno de nosotros. Que esta fiesta de la Presentación sea motivo para agradecer esta presencia benefactora entre nosotros, y para ir poco a poco fortaleciendo los vínculos y cuidando la relación entre las hermanas y la parroquia, siempre enriquecedora y beneficiosa para todos. Llegue esta vez nuestra oración hasta su casa, como gesto de cercanía y agradecimiento. ¡Gracias, por tanto, hermanas!

Quique, vuestro párroco.

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