Siete Domingos a San José
Desde el sábado pasado hemos iniciado el rezo de un ejercicio de piedad muy antiguo, los Siete Domingos de San José. Cada semana, antes de la misa vespertina del sábado, nos acercamos a la vida del Santo Patriarca y patrono de la Iglesia Universal, contemplando sus gozos y dolores, y pidiendo su ayuda e intercesión para que San José sea compañero de camino en nuestra vida, y abogado en nuestra muerte.
Quizás pueda parecernos que esta oración es un resquicio del pasado, o un ejercicio de piedad en desuso, sin embargo, creo que al mismo tiempo que la acogemos como una tradición heredada de las generaciones anteriores, nos ofrece una oportunidad de reflexión sobre algo que forma parte de la vida, los contrastes: cómo el gozo y la tristeza, cómo la duda y la confianza muchas veces se enfrentan en nuestro camino.
La vida del ser humano, y por ende del creyente, no es una línea continua y en constante ascenso en la que vamos uniendo acontecimientos felices uno tras otro, ni tampoco una serie de catastróficas desdichas que se suceden constantemente haciendo nuestra vida triste y desesperanzada. Nuestra vida, como la de San José, está llena de contrastes que necesitamos acoger, vivir y comprender.
Los dolores y gozos del santo patriarca nos sirven para aprender a acoger los triunfos y los reveses que la vida nos presenta desde la óptica del cristiano. En primer lugar, a vivirlo desde la fe, es decir con la plena conciencia de que es Dios quien está cumpliendo su voluntad en nuestra vida, y que en lo que vivimos y experimentamos, Él nos hace aprender y crecer en la fe. La fe nos ayuda a vivir la experiencia del gozo como una bendición, y del sufrimiento como un reto y una posibilidad de buscar en Dios la respuesta a aquello que humanamente nos resulta imposible.
También San José nos hace ver que es necesario discernir nuestras decisiones, y perseverar en la búsqueda de Dios, especialmente en aquellas cosas que no sabemos hacia donde nos llevan o que significan. José es un testimonio ejemplar para aquellos que buscan a Dios en cada circunstancia, y que en todo lo que viven hallan un mensaje que nos anima a seguir creyendo y esperando.
Así, José es un referente sobre el sentido de la esperanza cristiana. Esperar en Dios, confiar en él, saber que somos sus enviados, que él no deja de contar con nosotros, a pesar de que las dificultades, el sufrimiento o la pérdida del sentido, nos empujen a tirar la toalla.
Aprovechemos estos siete domingos, siete jornadas en las que San José nos ayuda creer y a crecer, a ser hombres y mujeres creyentes a pesar de las dificultades y también en los triunfos y alegrías del camino.
Quique, vuestro párroco.