La Liturgia del Papa Francisco
En los últimos días el Santo Padre Francisco nos ha sorprendido con la publicación de un documento para el pueblo fiel sobre la liturgia en la vida de la Iglesia. En un momento complejo para la vivencia de la fe, para la celebración de los sacramentos y para mantener viva la conciencia de la importancia de la Eucaristía dominical, el Papa sale al encuentro de los cristianos para recordaros cuánto bien nos hace no solo tener fe, sino vivirla y celebrarla.
Esto es la liturgia, celebrar la fe, que el hombre pueda en su limitación, a través de la sacramentalidad, actualizar este encuentro fundamental que es necesario para la vivencia de la fe, la relación entre la Iglesia, entre cada uno de nosotros, y Cristo resucitado.
“Desiderio desideravi” es el título que Francisco ha elegido para este documento, las primeras palabras de la preciosa cita que encabeza el pasaje de la última cena en el Evangelio de Lucas: “Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer” (Lc 22,15). Ya el mismo título nos interpela, pues el deseo de Jesús de compartir con nosotros su banquete de salvación nos pregunta a nosotros por nuestra propia vivencia de la fe y la Eucaristía. ¿Deseamos también nosotros participar de la mesa de Jesús? ¿Vivimos con anhelo nuestra participación en la Eucaristía?
El Papa creo personalmente que recorre en esta carta dos grandes problemas de los cristianos contemporáneos: la comprensión sana y adecuada de la liturgia, que no es magia ni misterio, sino vivencia humana de la grandeza de Dios que en nuestra pequeñez solo podemos alcanzar a través de los signos sacramentales; y la importancia de celebrar la fe como Iglesia, como comunidad cristiana, poniendo en el centro la Eucaristía y recordándonos que sin ella, la Iglesia no tiene a Cristo, porque no se alimenta de él ni tiene experiencia del encuentro.
Quizás el Papa nos esté invitando a nosotros, en concreto a la parroquia de Villar del Arzobispo a que iniciemos un camino de renovación eucarística, en el que nos acerquemos a la celebración de la fe no desde la ritualidad y la costumbre, sino desde el gozo y el agradecimiento de quien se siente necesitado del encuentro con Jesús, que vivo y resucitado viene cada día a nuestro encuentro en la sencillez de la mesa preparada y el pan y el vino de nuestras vidas.
Desde esta perspectiva la liturgia se convierte en alegría y regalo, la celebración de los sacramentos en bendición, y la Eucaristía en una celebración gozosa de la comunidad cristiana, de la Iglesia que en cada lugar del mundo bendice a Dios por el regalo de su Hijo Jesucristo, esperanza y destino de todos los hombres.
Ahí está la prueba de nuestra fe, en sentirnos cada día más necesitados de celebrar la fe con alegría y sentirnos invitados a comer con el Señor del pan de la vida. Allí está él, allí nos espera cada día. ¿Quién quiere perderse este regalo?
Quique, vuestro cura.