SANTA TERESA DE JESÚS Y LA VIRGEN MARÍA
Sin duda, fue el primer gran sufrimiento de Teresa: perder a su madre, doña Beatriz d ahumada. Sólo le faltaban a Teresa tres meses para cumplir los 14 años de edad. Se queda sola en el momento en que se abría a la vida, y que se había convertido en la confidente de su ahora difunta madre, que la amaba más que a los demás hijos.
Es entonces cuando Teresa se acoge con la mayor sinceridad que es posible en una adolescente ala protección maternal de María, ansiando la presencia de esa madre que había perdido y que le era tan necesaria. Por fe y por amor Teresa siente que desde cielo la Virgen María será para ella una Madre tierna y dulce, verdaderamente protectora y eficaz. así nos lo relata en su Libro de la vida:
«Como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuime a una imagen de Nuestra Señora y suplíquela fuese mi madre, con muchas lágrimas. Paréceme que, aunque se hizo con simpleza, que me ha valido ; porque conocidamente he hallado a esta Virgen Soberana en cuanto me he encomendado a Ella; y, en fin, me ha tornado a sí»
Desde aquellas experiencias en el inicio de su juventud hasta sus últimos días, toda la vida de Santa Teresa está sellada con la presencia de la Virgen María. Monja carmelita desde los 20 años, Santa Teresa siente la tradición espiritual d la Orden como algo propio, tan próximo a ella como el aire que respiraba. por eso puso todo su interés por la renovación de la Orden y la santidad de las monjas bajo la Protección de la que es Reina y Madre y Señora del Caramelo.
Confiemos plenamente en el amor maternal de María, que como lo hizo con Santa Teresa, lo hace con todos sus hijos que se confían plenamente a Ella.
HERMANAS CARMELITAS