DIOS FUENTE DE TODA SANTIDAD: TODOS ESTAMOS LLAMADOS A LA SANTIDAD.
Todos estamos llamados a la santidad. La Palabra de Dios nos dice: «Sed santos, porque yo, vuestro Dios, soy santo». Jesús en el Evangelio nos lo vuelve a decir: «Vosotros, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» no hemos de tener miedo ante tal mandato, al contrario, tiene que llenarnos de gozo, de júbilo, porque la santidad es una aventura maravillosa, que no depende de nuestras fuerzas, sino de un disponerse en todo momento, con sencillez y determinación, a acoger la acción del Espíritu Santo en nuestra vida. Decía un sacerdote en su homilía: «Ser santos es querer». Y es verdad, porque Dios nos llama a serlo, entonces de nosotros depende la respuesta. En realidad ¿queremos ser santos?
La santidad es un camino de vida que no se alcanza de una vez por todas; pues requiere un fuerte deseo renovado cada día, cada instante, dejándonos santificar y modelar por la acción del alfarero divino. La santidad es un proceso que nos va perfeccionando y uniendo cada vez más a Cristo, y en Cristo quedamos transformados en la perfecta vasija que Dios ha soñado para cada uno de sus hijos.
La Eucaristía es el centro y cumbre de la vida cristiana, de ella y en ella recibimos la gracia santificadora que nos une a Cristo, a su Iglesia y a todos los hombres nuestros hermanos, la Eucaristía es la comunión perfecta que nos conduce a la santidad personal y comunitaria.
Nuestra vida es un camino de santidad que nos lleva a Dios, a la Nueva Jerusalén, donde viviremos la santidad en plenitud para gloria de Dios Padre. Porque la santidad no es para gloriarnos en ella. La santidad es para que la gloria del Padre resplandezca en todo su esplendor, ya aquí y ahora, en este mundo, y anuncie la nueva ciudad que nos aguarda: La Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, la Ciudad de Dios.
Y Juna Pablo II nos dice: «No tengáis miedo de ser santos y dejad que Cristo reine en vuestro corazones»