Rincón Carmelitano

CARTA DE SANTA TERESA DE LO ANDES 

Como el día 2  de este mes, está dedicado a la vida consagrada me ha parecido bien escribir en varias semanas, la carta en que ella, Teresa de los Andes, le confía a su padre el secreto de su vocación. Convencida de que sólo saciará sus ansias de felicidad siendo carmelita en los Andes. solicita con gran fuerza persuasiva el consentimiento paterno para ingresar a los 18 años. No lo va a dejar por un hombre, sino por Dios.

 » Papá, hace mucho tiempo que deseaba confiarle este secreto, que he guardado toda mi vida en lo más íntimo de mi alma. Sin embargo, no sé qué temor se apoderaba de mi ánimo al querérselo confiar. Por eso me he mostrado muy reservada para todos. Mas ahora quiero confiárselo con plena confianza que me guardará la más completa reserva.

  He tenido ansias de ser feliz y he buscado la felicidad por todas partes. He soñado con ser rica, mas he visto que los ricos, de la noche a la mañana, se tornan pobres. Y aunque a veces esto no sucede, se ve que por un lado reinan las riquezas, y que por otro  reina la pobreza de afección y de la unión. Que casándome seré feliz. No. Esto no me satisface. Para mí no está allí la felicidad. Pues ¿Dónde  – me preguntaba- se halla? Entonces comprendí que no he nacido para las cosas de la tierra, sino para las de la eternidad. ¿Para qué negarlo por más tiempo? Sólo en Dios mi corazón ha descansado. Con El mi alma se ha sentido plenamente satisfecha, y de tal manera, que no deseo otra cosa en este mundo que el pertenecerle por completo a El.

 Mi queridísimo papá: no se me oculta el gran favor que el Señor me ha dispensado. Yo soy la mas indigna de sus hijas, sin embargo, el amor infinito de Dios ha salvado el inmenso abismo que media entre El y su pobre criatura. El ha descendido hasta mí para elevarme a la dignidad de esposa. ¿Quién soy yo sino una pobre criatura? Mas El no ha mirado mi miseria. En su infinita bondad y a pesar de mi bajeza, me ha amado con infinito amor. Sí, papá, solo en Dios he encontrado un Amor eterno. ¿Con qué agradecerle? ¿Cómo pagarle sino con amor? ¿Quién puede amarme más que nuestro Señor, siendo infinito e inmutable? He buscado el amor en las criaturas, y no deseo sino el amor de Dios. Iluminada con la gracia de lo alto,  comprendí que el mundo era demasiado pequeño para mi alma inmortal, que solo lo infinito podría saciarme, porque el mundo y todo cuanto en él se cierra es limitado; mientras que, siendo para Dios mi alma, no se cansaría de amarlo contemplarlo porque en El los horizontes son infinitos.  Continuará

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