Editorial

PENTECOSTES, LA FIESTA DEL ESPÍRITU SANTO

Pentecostés es la fiesta en la que la Iglesia celebra la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y la Virgen María, cincuenta días después de la resurrección de Jesucristo. En ese día, se cumplió la promesa de Jesús de enviar al Consolador, el Paráclito, el Espíritu de la verdad, que les daría fuerza y sabiduría para ser sus testigos hasta los confines de la tierra.

El Espíritu Santo la tercera persona de la Santísima Trinidad, es el amor de Dios derramado en nuestros corazones, el aliento de vida que nos anima y nos transforma, el fuego que nos purifica y nos ilumina, el viento que nos impulsa y nos renueva.

El Espíritu Santo es también el maestro interior que nos enseña a conocer a Dios y a amarlo. Para ello, nos concede unos dones especiales que perfeccionan nuestras virtudes y nos hacen dóciles a sus inspiraciones. Estos dones son siete.

El don de sabiduría: nos hace gustar las cosas de Dios y verlas con los ojos de la fe. Nos ayuda a discernir lo que agrada a Dios y lo que le ofende. Nos hace saborear la Palabra de Dios y la oración. Nos hace buscar a Dios por encima de todo y confiar en su providencia.

El don de entendimiento: nos hace comprender las verdades reveladas por Dios y las razones de nuestra fe. Nos abre el conocimiento de las Escrituras y de la doctrina cristiana. Nos permite captar el sentido profundo de los misterios divinos y participar en ellos.

El don de consejo: nos hace elegir lo que más conviene para nuestra salvación y la de los demás. Nos orienta en las decisiones prácticas de la vida cristiana. Nos hace escuchar la voz de Dios en nuestra conciencia y seguir sus indicaciones.

El don de fortaleza: nos hace valientes para afrontar las dificultades y los obstáculos que se oponen a nuestra fidelidad a Dios. Nos da la fuerza para resistir las tentaciones y los ataques del maligno. Nos hace perseverar en el bien y ser fieles hasta el martirio si fuera necesario.

El don de ciencia: nos hace conocer las criaturas como obras de Dios y usarlas según su voluntad. Nos hace ver la belleza y el orden del universo como reflejo de la sabiduría divina. Nos hace apreciar los dones naturales y sobrenaturales que Dios nos ha dado.

El don de piedad: nos hace amar a Dios como Padre y a los hombres como hermanos. Nos hace rezar con confianza y devoción. Nos hace practicar las obras de misericordia corporales y espirituales. Nos hace vivir en comunión con la Iglesia.

El don de temor de Dios: nos hace respetar y venerar a Dios como nuestro Señor y Creador. Nos hace evitar el pecado por amor a Dios y no por miedo al castigo. Nos hace sentirnos hijos amados por Dios y no siervos temerosos.

Estos siete dones del Espíritu Santo son un regalo gratuito que Dios nos da para hacernos partícipes de su vida divina. No dependen de nuestros méritos ni de nuestras capacidades humanas, sino de la gracia de Dios que actúa en nosotros. Sin embargo, nosotros debemos cooperar con esa gracia, pidiendo al Espíritu Santo que actúe en nosotros, abriéndonos a sus mociones, cultivando las virtudes cristianas y siendo fieles a los mandamientos.

En este tiempo de Pentecostés, pidamos al Espíritu Santo que renueve nuestros corazones con sus dones, para que podamos vivir como hijos de Dios y testigos de Cristo en el mundo.

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