Elevado para dar vida eterna
El IV Domingo de Cuaresma nos invita a reflexionar sobre la grandeza del amor de Dios, que se manifiesta en la entrega de su Hijo único para la redención del mundo. El Evangelio de este domingo, nos presenta la imagen de la serpiente de bronce elevada por Moisés en el desierto como símbolo de la elevación de Cristo en la cruz.
En el desierto, el pueblo de Israel, mordido por las serpientes, encontró la cura al mirar a la serpiente de bronce elevada. De la misma manera, Jesús, elevado en la cruz, se convierte en fuente de vida eterna para todos aquellos que creen en él.
Un amor que salva:
El texto nos recuerda que Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo. Este amor de Dios es gratuito e incondicional, no se basa en nuestras obras o méritos, sino en su infinita misericordia.
La fe como respuesta:
La respuesta a este amor de Dios es la fe. Creer en Jesús significa aceptar su muerte y resurrección como la fuente de nuestra salvación. Esta fe nos da la esperanza de la vida eterna, una vida que comienza ya aquí en la tierra y se planifica en el cielo.
Una llamada a la conversión:
Este domingo nos invita a renovar nuestra fe en Cristo y a convertirnos de nuestro pecado. Es un tiempo para mirar hacia la cruz y contemplar el amor de Dios por nosotros. Es un tiempo para arrepentirnos de nuestras faltas y abrir nuestro corazón a la gracia de Dios.
Elevados por la esperanza:
Al igual que el pueblo de Israel en el desierto, hoy nosotros también podemos encontrar la cura a nuestras heridas y la esperanza de una vida nueva en la cruz de Cristo. Que este IV Domingo de Cuaresma sea un tiempo de profunda reflexión, conversión y esperanza para todos nosotros.