San Vicente Ferrer:
Un faro de luz en la Pascua de Villar del Arzobispo
La brisa primaveral que anuncia la Pascua nos trae consigo la fragancia de la santidad de San Vicente Ferrer, un faro de luz que iluminó con su fervor apostólico no solo la Europa del siglo XV, sino también nuestro querido Villar del Arzobispo. Su paso por estas tierras, alrededor del año 1410, dejó una huella imborrable en la memoria de nuestros antepasados, encendiendo en sus corazones la llama de la fe y la esperanza.
En este tiempo de renovación pascual, mientras celebramos la novena en su honor, que culminará el miércoles 17 de abril, revivamos tres virtudes que brillaron con fulgor en la vida de San Vicente Ferrer:
- La Fe Inquebrantable: Su profunda confianza en Dios lo impulsó a recorrer miles de kilómetros predicando el Evangelio. Su fe era como una antorcha que iluminaba las tinieblas de la duda y encendía la llama del amor a Dios en los corazones.
- La Esperanza Ardiente: En un tiempo marcado por la división y la incertidumbre, San Vicente Ferrer proclamó la esperanza en la resurrección de Cristo y en la victoria final del bien sobre el mal. Su mensaje resonaba como una poderosa trompeta que anunciaba la llegada del Reino de Dios.
- La Caridad Ferviente: Movido por un amor compasivo hacia los más desfavorecidos, San Vicente Ferrer se dedicó a aliviar el sufrimiento de los pobres, enfermos y marginados. Su caridad era como un bálsamo que curaba las heridas del alma y del cuerpo.
En este tiempo pascual, imitemos las virtudes de San Vicente Ferrer. Que nuestra fe sea inquebrantable, nuestra esperanza ardiente y nuestra caridad ferviente. Que, siguiendo su ejemplo, seamos instrumentos de la luz y la gracia de Dios en nuestro mundo.
Que San Vicente Ferrer, interceda por nosotros y nos guíe hacia la Jerusalén celestial.