LA EUCARISTÍA EN SANTA TERESA DE JESÚS
Al implantar su nuevo estilo de vida, Santa Teresa tuvo muy en cuenta la importancia de la Eucaristía. De hecho, en sus primeras constituciones, la misa diaria ocupa un lugar destacado, y de manera solemne en los domingos y fiestas.
La Eucaristía es el don supremo del Padre que ya no es maná del desierto, sino su propio Hijo: «Su majestad nos le dio este mantenimiento y maná de la Humanidad, que le hallamos como queremos, que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma, hallará en el Santísimo Sacramento sabor y consolación» Ese don en persona es lo que le pedimos al decirle que nos dé el pan de cada día, para el «hoy» efímero y para el «cada día» de la eternidad: «Pues en esta petición » de cada día» parece que es para siempre.
La Eucaristía es la prolongación de la presencia de Cristo en el mundo. Presencia velada -«disfrazada» de su Humanidad, como la Encarnación fue presencia velada de su Divinidad, pero presencia real, a fin de cuentas. » Esto no es representación de la imaginación, como cuando consideramos al Señor en la cruz o en otros pasos de la Pasión, que le representamos en nosotros mismos como pasó. Esto pasa ahora y es entera verdad, y no hay para qué irle a buscar en otra parte más lejos.
La Eucaristía es la manifestación suprema del amor de Cristo. En ella se nos descubre de manera especial, que aunque no le vean con los ojos corporales, muchos modos tiene de mostrarse al alma por grande sentimientos interiores y por diferentes vías. Oculto, pero dispuesto a manifestarse según el deseo de muchas maneras se da a conocer, conforme al deseo que tenemos de verle; y tanto lo podéis desear que se descubra del todo (CV34)
Hermanas Carmelitas