Editorial

«Nuestro Templo, Casa de Dios y Puerta del Cielo»

Este domingo, nuestra diócesis celebra el Día de los Nuevos Templos bajo el lema «Reforma, reparación, restaura, cuida». Una llamada que nos invita a reflexionar sobre nuestro papel como cristianos en la preservación de estos espacios sagrados, verdaderos tesoros históricos y espirituales.

Nuestros templos parroquiales no son simples edificios; son la casa de Dios y la puerta del cielo. En ellos celebramos los sacramentos, oramos, encontramos consuelo y nos nutrimos de la Palabra de Dios. Como afirma el apóstol Pedro: «Vosotros también, como piedras vivas, estáis siendo edificados para formar un templo espiritual» (1 Pedro 2:5). Cada uno de nosotros es una piedra viva en este edificio espiritual que es la Iglesia.

Este año, nuestra parroquia celebra un hito histórico: 450 años de existencia. Un legado que hemos recibido de nuestros antepasados, quienes con gran esfuerzo y dedicación construyeron y mantuvieron este templo.

Hoy, nos toca a nosotros continuar esta hermosa tradición y entregar este legado a las futuras generaciones en mejores condiciones.

La Biblia nos habla constantemente de la importancia de la casa de Dios. En el Antiguo Testamento, el Templo de Jerusalén era el centro de la vida religiosa del pueblo de Israel. Del mismo modo, la Iglesia, es el lugar privilegiado donde el Señor sigue derramando su gracia a través de los sacramentos, alumbrando nuevos hijos mediante el bautismo, alimentando a sus hijos con el Pan de la Palabra y el Pan de la Eucaristía, dónde podemos acudir a recibir el abrazo de la reconciliación, recibir la bendición de Dios en el Sacramento del matrimonio, despedir y encomendar las almas de nuestros familiares difuntos.

El mantenimiento de nuestros templos es una expresión de nuestra fe y de nuestro amor por Dios. Al cuidar de estos espacios sagrados, demostramos que valoramos lo que Dios ha hecho por nosotros. Como dice el Salmo “Qué alegría cuando me dijeron: ‘Vamos a la casa del Señor».

En este día especial, pidamos a la Virgen María, Nuestra Señora de la Paz, que interceda por nosotros para que podamos mantener nuestro templo en las mejores condiciones posibles. Que ella mueva nuestros corazones y nuestras manos para que podamos seguir ofreciendo a Dios un lugar digno de su culto.

¡Que nuestro templo siga brillando en medio de la Serranía como un faro de esperanza y un testimonio de nuestra fe!

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