QUÉ BIEN ENTREGARSE A ÉL, SACRIFICARSE POR SU AMOR.
(Carta de Santa Teresita a su hermana Celina)
Celina, necesito esta tarde ir a hundirme en el infinito… Necesito olvidar la tierra. Todo me fatiga aquí abajo, todo me pesa, solo hallo una alegría: la de sufrir por Jesús… Pero esta alegría, aun no gustada, está sobre toda alegría. La vida pasa…, la eternidad avanza a grandes pasos…pronto viviremos de la vida misma de Jesús. Después de haber sido abrevadas en la fuente de todas las amarguras, seremos deificadas en la fuente misma de todas las alegrías, de todas las delicias…
La figura de este mundo pasa. Pronto veremos nuevos cielos, un sol más radiante alumbrará con sus resplandores mares celestiales y horizontes infinitos…la inmensidad será nuestro dominio, no estaremos ya prisioneras en esta tierra de destierro, todo habrá pasado. Bogaremos con nuestro Esposo celeste sobre lagos y riberas… El infinito no tiene límites, ni fondo ni orilla. Ánimo, Jesús escucha hasta el último eco de nuestro dolor.
Ofrezcamos nuestros sufrimientos a Jesús para salvar las almas. ¡Pobres almas! ellas tienen menos gracias que nosotras, y sin embargo toda la sangre de un Dios fue derramada para salvarlas. Jesús quiere hacer depender su salvación de un suspiro de nuestro corazón. Qué misterio . Si un suspiro puede salva a un alma ¿ ¿qué no podrán hacer sufrimientos como los nuestros? No rehusemos nada a Jesús.» (Carta 61)
La alegría más grande, efectivamente está en el amor más grande, que se experimenta en las pequeñas cruces de cada día, porque sabemos que no estamos solos, que Dios nos ama, ¿y puede haber mayor alegría que saberse amado por Dios? Y nosotros se lo tenemos que demostrar acogiendo su Amor, y se lo demostrar (como Teresita) con nuestros sacrificios, y renuncias que se nos puedan presentar en cada momento.
Hermanas Carmelitas