Editorial

En los brazos de la Paz

Desde la quietud de este rincón, desde donde escribo estas palabras, después de finalizar el novenario a la Virgen de la Paz, el alma se despoja de todo lo superfluo y se prepara para celebrar a Nuestra Señora de la Paz, Reina y Madre de Villar del Arzobispo. Nueve días hemos compartido el fervor de una novena, nueve días para ahondar en nuestra relación con Ella, para pedir con humildad y recibir con gratitud los dones de su intercesión.

Estos días han sido como un bálsamo para el alma, un oasis en medio del desierto de nuestras vidas. Hemos sentido la cercanía de María, su maternal cuidado, su mirada compasiva. Como dice San Juan de la Cruz, «El alma que está en Dios, está en su madre». Y nosotros, hijos de Villar del Arzobispo, nos sentimos arropados por el manto protector de nuestra Madre del Cielo.

Hemos pedido con insistencia los frutos del Espíritu Santo: amor, alegría, paz… frutos que nos acercan más a Cristo, nuestro Salvador. Y sabemos que Ella, nuestra Madre, los ha intercedido por nosotros ante el trono de su Hijo. Como dice Santa Teresa de Jesús, «María es la abogada nuestra, y tan buena madre, que no deja de rogar por sus hijos».

Villar del Arzobispo, pueblo mío, hoy celebramos a nuestra Patrona con el corazón colmado de gratitud. Nuestra Señora de la Paz nos ha unido más como comunidad, nos ha fortalecido en nuestra fe y nos ha mostrado el camino hacia la santidad.

«María, llena de gracia, el Señor es contigo», así comenzó la historia de la salvación. Y desde entonces, María ha sido la compañera inseparable de los creyentes. Como dice San Bernardo de Claraval, «María es el camino que conduce a Jesús».

En estos días grandes, cuando salimos a las calles a acompañar a nuestra Madre, llevemos en el corazón la promesa de Jesús: «El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed» (Juan 6,35). Que la Virgen de la Paz nos ayude a vivir siempre unidos a su Hijo, a beber de la fuente de la vida eterna.

Que la Paz de Cristo y Nuestra Señora de la Paz reinen en nuestros corazones y en nuestros hogares. Amén.

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