INICIAMOS UN NUEVO CURSO
Carta del Arzobispo de Valencia
Con la llegada del mes se septiembre, el final del periodo de descanso para muchos y el comienzo del nuevo curso escolar, la vida va recuperando el ritmo ordinario. En la diócesis, en muchas parroquias, movimientos y asociaciones eclesiales el verano no ha supuesto una interrupción de las actividades pastorales, sino una ocasión para vivir experiencias que para muchos habrán sido importantes para la propia vivencia de la fe como campamentos, convivencias o peregrinaciones. Quisiera mencionar de manera especial un acontecimiento que, quienes hemos participado en él nunca olvidaremos: me refiero a la celebración del jubileo de los jóvenes. Estoy convencido de este momento de vivencia de la fe, de experiencia de fraternidad y de eclesialidad que hemos compartido nos ha ayudado a todos a sentirnos más miembros de la gran familia de la fe que es la Iglesia. Gracias a todos los que, con vuestro compromiso, os habéis implicado en la organización de todas las actividades eclesiales del verano.
El curso que ahora comenzamos está marcado por tres acontecimientos importantes para nuestra diócesis. Me gustaría que los tuviéramos en cuenta en la vida de todas las parroquias. En primer lugar, no olvidemos que estamos todavía en el año jubilar. Es una ocasión a crecer en la esperanza y nos debe llevar a un compromiso para ser sembradores de esperanza en nuestro mundo, de modo especial en los corazones de aquellos que están angustiados por algún sufrimiento.
Hemos vivido momentos bonitos a lo largo de todo el año desde el día de la apertura en la Catedral. Os invito a que durante estos meses finales del año profundicemos en el mensaje espiritual de este jubileo para vivir nuestra propia vocación confiando en el Señor, y con la esperanza de que Él hace fructificar todo trabajo bien hecho al servicio de su Reino.
El próximo mes de octubre iniciaremos un nuevo año jubilar que tiene como centro la veneración del Santo Cáliz. Respondiendo a una petición del cardenal Cañizares, la Santa Sede concedió a nuestra diócesis el privilegio de una celebración jubilar cada 5 años. No olvidemos que lo que hace
grande esta reliquia es lo que el Señor hizo con ella y el tesoro que ella guardó en su interior: la sangre de Cristo en el momento de la institución de la Eucaristía. Una veneración del Cáliz de la Cena del Señor debería movernos a valorar la celebración de la Eucaristía y a situarla en el centro de la vida de nuestras comunidades cristianas. El Concilio Vaticano II nos enseñó que la Eucaristía es la fuente y la cima de toda la acción evangelizadora de la Iglesia. Desearía que el fruto de este año jubilar fuera que todos lleguemos a valorar más la Eucaristía dominical. Para que esto sea realidad, tendríamos que revisar cómo son y como preparamos las celebraciones en nuestras parroquias.
Durante este curso redactaremos unas líneas de acción pastoral que orientaran la vida de nuestra diócesis durante los próximos años. Hay ya unas ideas básicas que han nacido de una consulta a muchos organismos diocesanos. A lo largo del año iremos comentando los distintos temas. Os invito a que comencemos esta nueva etapa de la vida eclesial con ilusión y esperanza.
+ Enrique Benavent Vidal, arzobispo de
Valencia