Editorial

Una promesa cumplida

Cuando escuchamos la expresión “Dios sigue actuando”, ¿qué es lo que nos viene a la cabeza?; ¿Realmente seguimos creyendo en los milagros? Sería bueno pararse y responder, de forma honesta a estas preguntas, porque lo que nos estamos jugando al responder a dichas cuestiones es algo vital, esencial: nos jugamos nuestra misma fe en un Dios que tiene poder para actuar en nuestro tiempo (y de hecho lo hace). Dependiendo de lo que nos ronde en la cabeza, podemos tener en nuestra mente y nuestro corazón el Dios verdadero, vivo, o un dios domesticado, al cual yo puedo controlar.

¿Por qué he empezado así? Porque esta semana, el día 25 de octubre celebramos en nuestra diócesis las ordenaciones diaconales. Cada vocación es un grito de Dios a este mundo que le sigue diciendo: “Estoy aquí, estoy llamando a tu puerta, ábreme.”

Justo antes de escribir estas líneas, he estado preparándome la homilía. El evangelio (Lc 11, 29-32) me ha llamado mucho la atención y ha hecho que resonara en mi interior una pregunta: ¿cuál es el motor que me lleva a buscar a Dios?; ¿estoy realmente abierto a Él? Estoy convencido de que Dios, hoy en día sigue llamando y azuzándonos a todos. Y puedo decir esto porque lo he visto en numerosas conversiones, confesiones, peregrinaciones, eucaristías… y yo mismo lo he experimentado, cuando le he dejado. Ojalá que nunca llegue a nuestras vidas el día en el que Dios ya no nos pueda sorprender, en el que nos acerquemos a Él por pura rutina, formalismo o tradición.

Dios sigue llamando, está Vivo y es Poderoso. No importa la edad que tengamos o cuál sea nuestro estado de vida. Cada vez que te sientes a hacer oración o vayas a la eucaristía, antes de empezar, prepárate, ábrete, dile: “Señor, aquí me tienes, ven.”

Recemos por estos hermanos que van a recibir un grandísimo regalo, y recemos también para que siga llamando y que los que son llamados tengan los oídos y el corazón abierto. Y ya puestos, recemos para que tú y yo también estemos abiertos.

Vuestro párroco, Julio.

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