Editorial

Como los de Emaús…

Algo tan nuestro y, a la vez, tan desconocido; tan vital y poco valorado; se ha escrito mucho y hablado mucho de ello y sabemos poco; es la intimidad en la que todavía no hemos entrado…

Me gustaría comenzar citando una conocida expresión: “La Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace a la Iglesia.” El misterio de la Eucaristía es lo que nos define como cristianos, es el encuentro entre nosotros y el mismo Cristo, Vivo. Él se hace alimento espiritual, de vital importancia, tanto que dicen que en la Eucaristía se unen el cielo y la tierra. Él se encuentra vivo ahí… y tú y yo entonces, ¿cómo nos preparamos para cada Eucaristía? ¿Cuál es nuestra actitud cada vez que acudimos?; ¿Con un deseo ardiente de recibirle, de escucharle en la Palabra, de dejarnos tocar? ¿O lo vivo como una costumbre que llevo haciendo durante años?

Propongo leer el texto de Lucas 24, 13-35. Os lo adelanto: es el texto de los discípulos de Emaús. Pero ¿en qué me puede ayudar a mí este texto a vivir la Eucaristía? Ante todo, lee el texto. Aquí encontramos a dos personas el día de la Resurrección, pero que están abatidas, tristes, porque todo se ha desmoronado… en eso, se les acerca Jesús y durante el camino hablan, comparten, Jesús les da un toque de atención fuerte: “Necios y torpes de corazón…” y comienza a explicarles las Escrituras. Llegan a la casa y Jesús entra con ellos “y cuando estaban juntos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su presencia.” Este encuentro con el Resucitado provocó una transformación profunda, porque enseguida se levantaron y fueron a Jerusalén a contar lo que les había pasado.

Pues esto es lo que ocurre en cada Eucaristía:

  1. Jesús se encuentra con los discípulos, Él toma la iniciativa. Así es como comienza la celebración de la Eucaristía, preparándonos para ese encuentro, ayudándonos a ser conscientes de que en la Eucaristía se hace compañero de viaje. Esto es el inicio de la celebración.
  2. Jesús les explica las Escrituras, momento en el que les arde el corazón. Para encontrarse con Cristo es preciso escuchar y asimilar la Palabra de Dios. Pidamos que esto nos ocurra en el momento de la liturgia de la Palabra.
  3. En el albergue donde pasan la noche, Jesús tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio. En el momento de la liturgia eucarística, Jesús manifiesta su presencia como Redentor, actualiza el sacrificio de la Cruz y se nos entrega en la comunión.
  4. Este encuentro con el Señor provoca en los dos discípulos tal conmoción, que se ponen inmediatamente en camino para dar testimonio. Esto son los ritos conclusivos, en los que somos enviados para precisamente esto mismo: dar testimonio de la fe con la fuerza que hemos recibido de Él en la Eucaristía.

Como podemos comprobar, en la misa Cristo se hace uno con nosotros, en nuestro tiempo y época, para compartir nuestra vida (alegrías, tristezas, abatimientos, proyectos, deseos, etc.) y nos da su propia vida para vivamos de Él.

Vuelvo a preguntar: ¿Cómo te sitúas frente a la Eucaristía? ¿Cómo la quieres vivir?

Vuestro párroco, Julio.

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