SANTA TERESA DE LOS ANDES CARTA A UNA AMIGA.
Mi querida Elena:
¿Qué te parece mis proyectos? ¿ No encuentras que son demasiado ideales para mí que soy tan miserable? Cuando pienso en las grandezas que se encierra en la vocación, me confundo y no sé cómo agradecerle a nuestro Señor el haberse fijado en una criatura tan ruin.
Dime, ¿ hay algo más grande sobre la tierra que el Dios eterno, inmutable, el todopoderoso, busque en la tierra un alma para hacerla su esposa, busque un corazón humano para unirlo a su Corazón Divino y el hacer en el amor la fusión más completa ? Más, aún ¿Qué Dios baje a la tierra y viva allí en la Eucaristía muriendo de amor por un alma? ¿ qué es comparación del de un Dios infinito?
Créeme, sinceramente te lo digo; yo antes creía imposible poder llegar a enamorarme de un Dios a quien no veía, a quien no podía acariciar. Mas hoy afirmo con el corazón en la mano que Dios resarce enteramente ese sacrificio. De tal manera siente uno ese amor, esas caricias de nuestro Señor que parce tenerlo a su lado. Tan íntimamente lo siento unido a mí, que no puedo desear más, salvo la visión beatifica en el cielo. Me siento llena de El y en ese instante lo estrecho contra mi corazón pidiéndole que me de a conocer las finezas de su amor. No hay separación entre nosotros. Donde yo vaya, El está conmigo dentro de mi pobre corazón. Es su casita donde yo habito; es mi cielo aquí en la tierra. Vivo con EL y, a pesar de estar en los paseos, ambos conversamos sin que nadie nos sorprenda ni pueda interrumpirnos. Si tú lo conocieras lo bastante, lo marías: Si estuvieras con El una hora de oración, podrías saber lo que es el cielo en la tierra.»
Hermanas Carmelitas


