Editorial

«El corazón del cristiano: más allá de las apariencias»

Queridos hermanos.

En este primer domingo de septiembre, nos aproximamos al incipiente inicio de un nuevo curso pastoral, un tiempo de renovación y esperanza, y es importante y crucial, que sea, la Palabra del Maestro, la que vaya inundando la forma y el modo de llevarlo a cabo.

El Evangelio de San Marcos que se proclama este domingo, nos invita a reflexionar profundamente sobre nuestras prioridades y la autenticidad de nuestra fe. Jesús nos dice: «Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres» (Mc 7, 8).

Estas palabras de Jesús nos llaman a examinar nuestro corazón y nuestras acciones. ¿Estamos verdaderamente viviendo según los mandamientos de Dios, o nos hemos dejado llevar por costumbres y tradiciones que, aunque bien intencionadas, nos alejan del verdadero espíritu del Evangelio? Es una llamada a la conversión, a volver a lo esencial, a lo que realmente importa: el amor a Dios y al prójimo.

En este nuevo comienzo, es vital que nos enfoquemos en lo que Jesús nos enseña. No se trata de rechazar nuestras tradiciones, sino de asegurarnos de que estas estén siempre al servicio del mandamiento de Dios y no al revés. Las tradiciones son valiosas cuando nos ayudan a vivir más plenamente nuestra fe, pero deben ser revisadas y purificadas a la luz del Evangelio.

Jesús nos recuerda que lo que contamina al hombre no es lo que entra en él, sino lo que sale de su corazón (Mc 7, 15). Es en el corazón donde se gestan las intenciones y los actos que definen nuestra relación con Dios y con los demás. Por eso, este es un tiempo propicio para pedirle al Señor que purifique nuestro corazón, que nos dé un corazón nuevo, capaz de amar como Él nos ama.

Dejémonos moldear por Dios, el verdadero alfarero e Iniciemos este curso pastoral con alegría y optimismo, sabiendo que cada día es una nueva oportunidad para crecer en santidad y en amor. Que nuestras comunidades parroquiales sean lugares donde se viva el Evangelio con autenticidad, donde cada persona se sienta acogida y amada, y donde juntos podamos construir el Reino de Dios aquí y ahora.

Que la Virgen María, Reina de la Paz y Madre de la Iglesia, nos acompañe y nos guíe en este camino de renovación y esperanza. Que su ejemplo de humildad y obediencia nos inspire a vivir siempre según la voluntad de Dios.

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