Cuando la tierra tiembla, la fe se reafirma
Hermanos y hermanas en Cristo, ante la devastación que ha azotado a nuestra querida Valencia, nuestros corazones se desgarran de dolor. Al contemplar las imágenes de las ciudades y pueblos arrasados, de familias deshechas y de vidas truncadas, una pregunta atronadora resuena en nuestros oídos: ¿Dónde está Dios en medio de tanto sufrimiento?
Puede ocurrir que, en momentos de oscuridad tan profunda, la fe se tambalee y la esperanza se desvanezca. El dolor es un abismo insondable que parece devorarlo todo. Sin embargo, en las palabras del Papa Francisco, encontramos un eco de consuelo: «La fe no nos libra del sufrimiento, pero nos da la fuerza para afrontarlo y transformarlo en una oportunidad de crecimiento espiritual».
La pregunta por el porqué del sufrimiento no tiene una respuesta sencilla. A lo largo de la historia, los hombres y las mujeres de fe han luchado por comprender los misterios de Dios. Sin embargo, lo que sí sabemos con certeza es que Dios nunca nos abandona, ni siquiera en los momentos más oscuros. Su presencia se manifiesta en la solidaridad humana, en la compasión que brota de los corazones heridos y en el deseo de reconstruir lo que se ha perdido.
En medio de la tragedia, hemos sido testigos de actos heroicos que nos llenan de esperanza. Vecinos ayudando a vecinos, voluntarios trabajando incansablemente para socorrer a los necesitados, comunidades enteras uniéndose para superar la adversidad. En cada una de estas acciones, podemos vislumbrar la presencia de Dios, que nos invita a ser instrumentos de su amor y misericordia.
Como cristianos, estamos llamados a ser portadores de luz en medio de las tinieblas. Nuestra fe nos impulsa a salir al encuentro de aquellos que sufren, a ofrecerles nuestro apoyo y nuestra solidaridad. Al igual que el buen samaritano, debemos vendar las heridas de nuestros hermanos, darles de comer y de beber, y llevarlos a un lugar seguro.
En este momento de dolor y de incertidumbre, la Iglesia de Villar del Arzobispo quiere ser un faro de esperanza. Por ello, hemos habilitado un buzón solidario para que todos aquellos que lo deseen puedan aportar su granito de arena y ayudar a las personas afectadas por esta catástrofe.
Queridos hermanos y hermanas, no permitamos que el dolor nos paralice. Unidos en la fe y en la esperanza, podemos reconstruir nuestras vidas y nuestras comunidades. Que el ejemplo de tantos hombres y mujeres que han demostrado una solidaridad ejemplar nos inspire a seguir adelante.
«Y no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Basta con que cada día tenga su propio afán» (Mateo 6,34).
Confiemos en la promesa de Dios de estar siempre a nuestro lado.
Unidos en la oración y en la solidaridad.