LA VIRGEN MARÍA EN LA VIDA DE SANTA TERESA DE JESÚS.
De los amores que hay en el corazón de la Santa, como no podía ser de otra manera, primero está el amor a Jesucristo de quien se enamoró : «Después que vi la gran hermosura del Señor, no veía a nadie que su comparación me pareciese bien y me ocupase» (Vida 37) Después como algo lógico que no se puede separar, está el amor a la Virgen la Madre de Jesús. Teresa que se va acercando cada vez más a María como Madre, y por otro lado la Virgen que cuida de Teresa y la va llevando por los caminos de la vida espiritual, siempre en su compañía: «Es muy buena compañía el buen Jesús, y su Sacratísima Madre ( VI .M.)
Entre los primeros recuerdos de la niña Teresa ya habla del amor a la Virgen. Su devoción mariana va creciendo de día a día, esta devoción nunca fue interrumpida en su vida por el paso de los años, sino que fue acrecentando. Tanto de niña como siendo monja madura, como en su ancianidad resplandece siempre la devoción para con Ella, que no fue tardía en los comienzos, ni interrumpida como en otras muchas almas, sino que a ella le duró lo que duró su vida. Y esto porque lo aprendió bien en su casa, de su madre con seis o siete años, ella nos cuenta: «Con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar en ponernos en ser devotos de nuestra Señora.. (V, 11) su madre les enseñó algunas practicas de devoción muy concretas para dirigirse a la Virgen:» Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario , de que mi madre era muy devota, y así nos lo hacía serlo. Es de suponer, como otros muchos lo han experimentado, que el amor a la Madre del cielo, la necesidad de sentirse protegida, le pudo haber aumentado por haber perdido tan pronto a su madre de la tierra. Así lo vemos en otros santos muy devotos de la Virgen, y que perdieron de niños a su madre: Santa Teresita de Lisieux, San Juan Pablo II etc.
Pidamos a la Virgen por medio de la oración y suplica que nos acompañe en toda nuestra vida.
Hermanas Carmelitas