Seguimos con el comentario al Padre nuestro de Teresa de Jesús: HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO.
Vimos cómo nos presentaba a Jesús como modelo, y qué difícil le resultó abrazarse con esta voluntad en Getsemaní. Ahora nos habla de lo que ganamos cuando de verdad aceptamos y cumplimos la voluntad de Dios, sea cual sea.
«¡Oh, hermanas mías, qué fuerza tiene este don! No puede menos, si va con la determinación que ha de ir, de traer al Todopoderoso a ser uno con nuestra bajeza y transformarnos en sí y hacer una unión del Criador con la criatura. Mirad si quedaréis bien pagadas. Y mientras más se va entendiendo por las obras que no son palabras de cumplimiento, más nos llega el Señor a sí para habilitarla a recibir grandes mercedes, que no acaba de pagar en esta vida este servicio. En tanto le tiene, que ya nosotros no sabemos que le pedir, y su Majestad nunca se cansa de dar; porque no contento con tener hecha esta alma una cosa consigo, comienza a regalarse con ella, a descubrirle secretos, a holgarse de que entienda lo que ha ganado y de que conozca algo de lo que la tiene por dar. Y comienza a tratar de tanta amistad, que no solo la torna a dejar su voluntad, más dale la suya con ella; porque se huelga el Señor que manden a veces, y cumplir El lo que ella le pide.»
Los que no hemos penetrado demasiado hondo en lo que significa esta amistad divina, quizá no podamos caer bien en la cuenta de lo que ello significa; pero para eso están los santos, que sí lo saben, y nos dicen: venid por aquí que no os arrepentiréis.
Ahora que vamos a comenzar la cuaresma, es un tiempo oportuno para avivar nuestro deseo de hacer siempre la voluntad de Dios, y dejar que El la haga en nosotros: hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace; esto es la santidad.
Hermanas Carmelitas
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