Editorial

Orar a Dios por nuestros difuntos


El próximo lunes celebraremos una de las celebraciones más singulares y arraigadas en el calendario litúrgico cristiano, la conmemoración de los Fieles Difuntos. El transcurso de la vida y el paso del tiempo, unido a nuestra finitud nos lleva a experimentar inevitablemente la muerte de personas cercanas, muy queridas y de las que nos queda un imborrable recuerdo de su vida, porque las amamos mientras vivieron, y el amor, como dice San Pablo, no pasa nunca.
No obstante, los cristianos, desde la resurrección de Cristo, vivimos con los ojos puestos en la Vida Eterna. Creemos por la fe que profesamos, que nuestra vida no termina con la muerte, sino que se transforma, se abre la puerta a un nuevo tiempo, al tiempo de la trascendencia, de aquello que sin ver conocemos y esperamos con confianza.
Como creyentes, nuestra confianza está puesta en Dios, nuestro Dios, que es el Padre de la Misericordia. Pero también es juez justo, que conoce nuestras obras y sabe cuándo hemos vencido en la batalla, y cuándo nos hemos dejado arrastrar por el mal, por el egoísmo y por el pecado. Él nos ha hecho libres, y por ello responsables de nuestras propias decisiones, y de aquello que nos aleja de Dios. Creo que, como humanos, limitados y pecadores, nadie nos vemos alejados de esta realidad, somos conscientes de nuestros errores, y nos reconocemos necesitados de amor y de perdón.
Cuando la existencia humana se mira desde este punto de vista, y somos capaces de reconocer nuestra iniquidad, tiene sentido que los cristianos elevemos nuestra oración por nuestros hermanos difuntos. Dios, que nos escucha con ternura, también tiene en cuenta aquello que pedimos por los que ya han terminado su vida terrena y ahora viven a la espera de ver a Dios, o ya en su presencia.
Este es el sentido que tiene ofrecer la Eucaristía por aquellos que ya nos han dejado. Al entregar un donativo por una intención concreta, no pagamos la salvación de quienes lo necesitan, esto no tiene un valor económico. En realidad, aportamos nuestro donativo como agradecimiento a la comunidad que, en oración, en el contexto de la Eucaristía, reza por nuestras necesidades o por nuestros seres queridos. Los cristianos, deberíamos vivir desde el agradecimiento, que, en la medida de nuestras posibilidades, materializamos compartiendo nuestros bienes y posesiones.
Comprendiendo el sentido de nuestra oración y de nuestra unión a la comunidad cristiana, que estos días nos sirvan para compartir nuestra oración por nuestros seres queridos de quienes nos queda un recuerdo esperanzado, y la confianza de que descansan en presencia del Señor. Por ellos, y por quienes no cuentan con este recuerdo, nuestra comunidad parroquial reza y celebra la Eucaristía, especialmente en el día 2 de noviembre, en que la Iglesia hace suyo el recuerdo y la oración por todos los que han pasado de este mundo a la eternidad. Que el Señor les conceda el descanso eterno. Amén.


Quique, vuestro Párroco.

Comentarios cerrados.