Hacer balance
Recapitular, volver la vista atrás, no siempre es malo o triste, sino que de vez en cuando es recomendable que seamos capaces de hacer un ejercicio con el que recordar y agradecer todo lo vivido. Es especialmente beneficioso en este año de pandemia, en el que muchos de nuestros planes y previsiones se han visto desmoronados o transformados en algo distinto a lo que nosotros habíamos previsto en nuestros planes de futuro.
En la hoja parroquial de esta semana se recoge el balance sacramental del año 2020, en el que se hace memoria de todos aquellos momentos en los que la comunidad parroquial ha ido acompañando a los cristianos de Villar en la vida de fe. Son muchos los momentos, a pesar de las restricciones que hemos vivido, en los que hemos sentido la alegría de las obras de Dios en nuestra vida. Hemos engendrado nuevos hijos por el bautismo a la vida nueva, hemos compartido con las familias la primera comunión de un bonito grupo de niños, nos hemos alegrado por la unión en Santo matrimonio de dos parejas, que ha iniciado su proyecto de familia cristiana junto a la parroquia. Además, hemos acompañado a muchas familias en el dolor de la pérdida de sus seres queridos, juntos hemos orado por ellos y ofrecido por su eterno descanso el sacrificio de la Eucaristía.
Nos quedan pendientes las confirmaciones, un grupo de jóvenes que están desde hace meses deseosos de culminar su proceso de iniciación cristiana. Desde aquí quiero dirigirles unas palabras de ánimo, pues la pandemia y sus restricciones no nos están facilitando la celebración del sacramento, pero me comprometo a que el día en que lo celebremos lo hagamos de la forma más gozosa y especial posible, acompañados de vuestros familiares y amigos.
Terminadas estas fiestas tan especiales de nuestra patrona, os animo a que también a nivel individual hagamos un balance de la gracia que Dios ha derramado en nuestra vida durante estos meses, especialmente a través de la parroquia, que siempre ha estado ahí, y nos ha hecho sentir acompañados, queridos y unidos en la fe y la oración.
Que sea siempre oportunidad para agradecer, para sentirnos bendecidos, y también que encienda en nosotros el deseo de continuar trabajando por la Evangelización, por despertar la fe en tantos bautizados que a nuestro alrededor parecen estar dormidos o impasibles ante la sed de trascendencia del ser humano. Que nuestra labor y nuestro testimonio los anime a reincorporarse a la vida de la comunidad y entorno a la mesa de la Eucaristía podamos dar gracias a Dios por los bienes con que nos ayuda y reconforta cada día, especialmente en tiempos de incertidumbre y dificultad como los que vivimos.
Que la Virgen de la Paz nos anime y ayude con su intercesión maternal, que sea nuestra abogada en los momentos de debilidad, y nuestra madre en cada instante, en cada minuto en el que nuestra fe se pone a prueba, y en el que necesitamos su ayuda para permanecer fieles a aquello que creemos y en lo que tenemos puesta toda nuestra confianza. Que ella nos enseñe y nos guíe para ser una comunidad misionera, y evangelizadora que experimente en su seno la necesidad de anunciar siempre la buena noticia del Evangelio.
¡Ánimo, no estamos solos!
Quique, vuestro cura.