En el próximo otoño van a canonizar a Charles de Foucould, un convertido francés del siglo XIX. Se sintió llamado a iniciar una nueva forma de vida consagrada en la Iglesia, y escribió con gran interés la Regla, pero murió sin tener ni un sólo seguidor. No obstante, después de su muerte empezaron a afluir los que se sentían llamados a seguir ese modo de vida, y hoy son ya 13000 los Hermanitos y Hermanitas de Foucould extendidos por los cinco continentes.
Escribió una bellísima oración que es lo que queremos compartiros:
«Padre, me pongo en tus manos / haz de mí lo que quieras / sea lo que sea, te doy las gracias. / Estoy dispuesto a todo / lo acepto todo / con tal que tu voluntad se cumpla en mí / y en todas tus criaturas, / no deseo nada más.
Padre, te confío mi alma / te la doy con todo el amor de que soy capaz, / porque te amo, / y necesito darme / ponerme en tus manos sin medida, / con una infinita confianza / porque tú eres mi Padre.»
Esa «infinita confianza» en su amor de Padre, cautiva el corazón de Dios. Es el mismo mensaje que nos transmite Santa Teresita: «¡Oh Jesús, que no pueda yo revelar a todas las almas pequeñas (¡no se refiere a la edad!) cuán inefable es tu condescendencia! Siento que si, por un imposible, encontrases a un alma más débil, más pequeña que la mía, te complacerías en colmarla de favores mayores todavía, con tal que ella se abandonase con entera confianza a tu misericordia infinita»
La confianza en su Amor, complace grandemente el Corazón de Dios. Estos tiempos son muy propicios para ejercitarnos en esa confianza total en su amorosa Providencia.
Hermanas Carmelitas