DE PARÁBOLAS Y PERICOPAS
He buscado en el diccionario la palabra perícopa, para poder hablar con cierta propiedad, y su etimología para dejar de hacerlo. Una vez más, me dejo inclinar hacia este segundo movimiento y me quedo con peri-alrededor (del griego) y kope del verbo kopein (del griego también, cortar, golpear, romper y algunos otros etcéteras semánticos). Como de costumbre me parece más inspirador. Es como ir al origen de la forja, o sea de dónde se forjó, se formó una palabra. Y qué hay o puede haber detrás de un significado específico. Hoy, en el evangelio, encontramos cuatro perícopas, dicen los técnicos de esto, y quizás la primera y la tercera son la que más me han resonado. Sonar, sonar, pues las cuatro, en realidad, porque son pasajes de todos conocidos y más que leídos y escuchados, pero como ni el ojo ni la oreja funcionan igual todos los días, pues eso, hoy se han quedado alrededor y dando fuerte dos de ellas. La primera y la tercera de las parábolas que nos cuenta Jesús.
La prime, la del trigo y la cizaña sembrados juntos. Se ve que era práctica común en aquel tiempo: el trigo para hacer pan y tortitas… y la cizaña como combustible. En principio, nada sospechoso. Seguramente, lo que llame la atención del relato, es la maniobra confundente de sembrarlos a la vez, y de ahí el ansia de los labriegos torpones por desbrozar el campo antes de hora, que contrasta con la calma y paciencia evangélicas de la espera de la identificación por los frutos finales, y sí, entonces la criba. La tercera parábola, es la de la levadura que fermenta la masa. Un poco de algo que hace un mucho de otra cosa. Efecto multiplicador propio de la naturaleza de algunas acciones.
Y estarán conmigo que esas dos analogías, metáforas, alegorías de la vida misma, son muy nutritivas para estar a vueltas con ellas esta semana. Ya saben, para tenerlas alrededor y dejar que nos golpeen un poco. Golpear, seguramente, es demasiado contundente. Prefiero lo que dicen en mi pueblo, sacsar, o sea agitar una cosa moviéndola alternativamente en dos direcciones opuestas, por ejemplo, lo que hacemos con las judías en un estofado para evitar que se queden pegadas unas a otras… Pues eso. Un meneíto, paquí y pallá. Y la cosa se despega. En nosotros también hay muchas cosas demasiado pegadas al alma y a las costumbres: los prejuicios, la impaciencia, la poca fe, la soberbia, la envidia, la furia, la maledicencia, la prepotencia, la avaricia, el consumismo, la pereza, la negligencia, la mezquindad, la sed de venganza, por ponernos en lo peor, pero que a veces nos atacan esos sentimientos. Y también a veces se nos pega el miedo, la preocupación, la ansiedad, la ira, la tristeza, el dolor, la impotencia, la frustración, la vergüenza, la falta de sentido, la humillación, la apatía, la soledad que va en nuestro ADN emocional y del que no podemos renunciar o huir, solo educar en el mejor de los sentidos y modos.
En nuestro ser, estar y hacer, el trigo y la cizaña crecen juntos. Pero dan distintos frutos, posiblemente. Esa es la manera de reconocerlos para mejorar la próxima siembra y elegir bien las semillas que ponemos en nuestra tierra y que alimentamos con aguas y abonos varios, ya sean mentales, emocionales y relacionales. La cosa está en ir aprendiendo a distinguir si lo que sembramos con nuestras palabras y obras, nos da para hacer pan y tortitas o nos da un follaje apto para la combustión (ira, impaciencia, violencia, no respeto… etc.) que nos queme la piel, la lengua y el alma, y la de los demás si están cerquita.
Miremos la humilde levadura, que en pequeñas cantidades celebra un efecto aumentativo y fertilizador, y convierte lo que toca en algo esponjoso y delicioso. Ahí es nada. Feliz semana de calor, seguro.
Raúl García Adán