Rincón Carmelitano

ANIMAROS A LA ORACIÓN

Hermanos: realmente lo que queremos desde este rincón es animaros en vuestra vida de oración. Santa Teresa nos pedía que lo hiciéramos con los que tratáramos por el grandísimo bien que obtenemos en la oración.

Hoy nos vamos a fijar en un aspecto concreto: la disposición que debemos tener cuando vamos a orar. ¡Cambia tanto que se haga con una preparación conveniente a que sea una rutina como hacemos cualquier otra cosa a lo largo del día!. Hay formas diferentes de orar: en comunidad o en soledad, oraciones vocales o encuentros de amistad con Jesús silenciosos, recitar salmos o el Rosario, meditar el Evangelio, en adoración ante el Santísimo o en la soledad de la propia habitación…pero hay un denominador común: toda oración es un encuentro personal con nuestro Dios. ¡Madre mía, qué cosa tan grande! El siempre está a la escucha, pero si nosotros oramos con la mente vagando por no se sabe dónde, evidentemente no se da el encuentro. Tenemos que tomar conciencia de lo que estamos haciendo:¡que Dios es el interlocutor!, dirigirnos a El pensando en otras cosas es tenerle en bien poco, cuando El nos tiene en mucho y nos escucha como quien no tiene otra cosa que hacer. Así nos aconseja Teresa:

«Si comenzamos a rezar las Horas (Laudes o Vísperas), o el rosario, comience a pensar con quién va a hablar y quién es el que habla, para ver cómo le ha de tratar. Yo os digo hermanas, que si lo mucho que hay que hacer en entender estos dos puntos se hiciese bien, que primero que comenceis la oración vocal que vais a rezar, ocupéis harto tiempo en la mental. Si, que no hemos de llegar a hablar a un príncipe con el descuido que a un labrador o como a una de nosotras, que comoquiera que nos hablaren va bien. Y aunque El no me deja de oir, no porque El sea bueno hemos de ser nosotros descomedidos. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender cómo merece ser tratado este Señor. No me estéis hablando con Dios y pensando en otras cosas»

Es cuestión de avivar la fe para creer firmemente que cuando oro, Dios se inclina amorosamente para escucharme. Todo nuestro ser tiene que implicarse en esta oración. No le defraudemos.

Hermanas Carmelitas

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