Editorial

El fin de lo ordinario

El próximo domingo celebraremos en el contexto de la liturgia el Domingo XXXIII de tiempo ordinario, último domingo “corriente” de este último año litúrgico tan peculiar y especial por diversas circunstancias tanto a nivel social como a nivel comunitario.

Creo que llegar al final del recorrido (en lo que al tiempo litúrgico se refiere) es un buen momento para el agradecimiento, para dar gracias a Dios por cuanto nos ha permitido vivir, a pesar de las dificultades, cambios y sorpresas con que nos hemos encontrado en este último año. Además, también puede resultar una oportunidad para replantearnos con gran sentido de responsabilidad cómo queremos que continue esto. Especialmente en el contexto de la comunidad parroquial, sería muy conveniente que nos planteásemos desde una toma de conciencia seria: ¿hacia dónde vamos? ¿cómo queremos llegar? ¿Quién nos acompaña en el camino? ¿Quién lleva el timón en este barco?

Como párroco, me gustaría que la parroquia empiece un camino extraordinario (en este tiempo que es extraordinario, no solo por el Covid-19, sino también porque la Parroquia lo necesita) en la forma de vivir la fe, de transmitirla y de construir nuestra comunidad cristiana.

La clave para que así sea, para que no se quede encerrado en lo común, cíclico y monótono la tenemos nosotros, y radica en nuestra forma de vivir la fe y de experimentar la obra de Dios en nosotros y en nuestra propia comunidad.

Desde lo más grande a lo más insignificante, lo más cotidiano y lo más novedoso, pueden resultar verdaderamente extraordinario si somos capaces de descubrir en todo ello la presencia de Dios, cómo es Él quien nos va guiando, nos conduce, corrige y auxilia en cada uno de los momentos de nuestras vidas. Cuando tomamos conciencia de esto y lo convertimos en una realidad fundamental, Dios hace de nuestra existencia algo extraordinario por la alegría, la esperanza y las ganas con que afrontamos la vida cada jornada.

El próximo domingo celebraremos la fiesta de Cristo Rey, y en dos semanas iniciaremos el tiempo de Adviento, abriendo de esta forma un nuevo año litúrgico que si disponemos nuestro corazón, si nos fiamos del Señor y trabajamos con ganas y con voluntad de edificar y renovar la parroquia, puede ser verdaderamente extraordinario.

Esto podemos empezar a vivirlo cada uno individualmente, porque cada vez que dirigimos a Dios una oración, cada vez nos acercamos al Sagrario, o participamos con sencillez en la Eucaristía diaria, cada vez que damos testimonio ante el mundo de nuestra fe, o leemos unas líneas del Evangelio… Dios está haciéndonos vivir una vida auténtica, una vida nueva, una vida que solo por ser cristiana, deja de ser corriente para ser, en sí, extraordinaria. Que el Señor nos conceda vivir la fe y trabajar en la parroquia en este nuevo año que el Señor nos regala con la esperanza de que lo convirtamos y vivamos en algo extraordinario.

Quique, vuestro párroco.

Comentarios cerrados.