LA MEMORIA DE LOS DOLORES DE LA VIRGEN
Después de haber celebrado la fiesta de San José de una manera particularmente intensa por ser el año dedicado a él, continuamos nuestro camino cuaresmal, y este nos presenta la memoria de los dolores de la Virgen el viernes próximo. Nuestro cura nos ayuda mucho a vivir estas celebraciones. Nosotras os ofrecemos una experiencia mística de Santa Teresa en la que nos presenta unas palabras de Jesús que nos ayudan a imaginar una escena llena de ternura filial de Jesús para con su Madre dolorida y traspasada.
«Díjome nuestro Señor que en resucitando había visto a nuestra señora, porque estaba ya con gran necesidad, que la pena la tenía tan absorta y traspasada, que aun no tornaba luego en sí para gozar de aquel gozo, y que había estado mucho con ella, porque había sido menester, hasta consolarla».
Sabemos que la Virgen acompañó a su Hijo hasta el final, compartiendo su inmenso dolor, sin poder hacer nada para aliviarlo. La espada profetizada por el anciano Simeón se iba hundiendo en su corazón; cuando el soldado le clavó la lanza en el costado a Jesús, se debió meter hasta la empuñadura, quedando como anegada en un dolor como un mar sin orillas.
Hay autores que afirman que Jesús resucitado no se apareció a su Madre porque ella ya creía en la resurrección, y los Evangelios no dicen nada a este respecto. Bueno. Nosotras preferimos quedarnos con las palabras de la Santa, imaginando la ternura indecible con que Jesús fue sacando la espada del corazón de su Madre, lentamente fue reaccionando, pasando del dolor más intenso al gozo más radiante.
Quien acompaña a Jesús en su Pasión, como María y con Ella, no dejará de recibir el consuelo de este Señor nuestro.
Hermanas carmelitas