Editorial

Orar por las vocaciones

Esta semana estamos convocados por el Santo Padre y los obispos de nuestro país a unir nuestra oración por una causa común que nos afecta a todos los creyentes y a todas nuestras comunidades: orar a Dios por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. La oración, que forma parte elemental de la vida del cristiano, en esta semana cercana al domingo del Buen Pastor se concreta en una plegaria de petición e intercesión por las vocaciones, por aquellas personas que el Señor ha llamado, está llamando, o llamará en un futuro próximo. Una oración que sostiene, que anima, y que da valentía a quienes dudan y temen ante la llamada del Señor.

En la realidad de nuestro mundo hablar de la vocación es muy arriesgado. Verdaderamente hay palabras que parece que han quedado obsoletas en nuestra sociedad actual. Compromiso, entrega, gratuidad, servicio, confianza, humildad… son todas ellas palabras que van unidas a la vida consagrada y a la llamada vocacional.

Es cierto que todo este conjunto de sustantivos forma parte de la vida de un vocacionado. El Señor sigue llamando a que hombres y mujeres, con nombre y apellidos, adquiramos con Él un compromiso serio. Compromiso que implica en la vida de uno mismo una entrega que no entiende de condiciones, de limitaciones o de excepciones ante los sufrimientos y necesidades de los hermanos. La vocación a la consagración es una invitación de Dios a servir, depositando sólo en Él nuestra confianza, siendo humildes y abandonándonos en sus manos con total obediencia, con todo lo que somos, lo que sabemos y lo que tenemos.

La vocación es un signo claro de la vida de la Iglesia, y en concreto un síntoma del dinamismo de cada comunidad que sabe comunicar a los jóvenes (o no tan jóvenes) la pasión por el Evangelio, el amor a los hermanos y el compromiso con la misión de la Iglesia. Cuando la vida cristiana se vive con alegría y con entrega, el Señor va manifestando señales de su llamada a una entrega total que no entiende de las limitaciones impuestas por la sociedad o por los sistemas económicos, políticos y convencionales.

Una entrega absoluta que cambia la vida por completo, pero que la llena de sentido y de plenitud. La entrega vocacional es un regalo de la gracia de Dios, que hace experimentar a quienes Él elige, la más profunda alegría, el gozo de haber encontrado el camino correcto y una vida entregada en plena libertad. La felicidad es aquello que Dios hace experimentar a quien acepta la apasionante aventura de la vocación sacerdotal o consagrada.

Oremos juntos, especialmente en la Vigilia que celebraremos este domingo, para que crezca en el interior del corazón de muchos jóvenes, especialmente de Villar, este deseo de plenitud, de libertad y de entrega para acoger la llamada vocacional. Que se sientan privilegiados por el amor y la predilección que Dios ha manifestado en sus vidas, llamándolos a una vida de total consagración que muestre ante sus hermanos como Dios libera y llena la vida de sentido, de felicidad y del amor más grande que se puede experimentar.

Quique, vuestro cura.

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