Caminar tras los pasos del Apóstol
Hace unos días en la misa del sábado, despedíamos a un miembro de nuestra parroquia, Paco Porta, que se disponía a emprender uno de los peregrinajes más hermosos que existen, el camino de los peregrinos a Santiago, que les conduce hasta la tumba del Apóstol, en el corazón de la catedral de Compostela.
Es el camino de millones de cristianos que desde que se hallase la tumba del apóstol han recorrido los caminos para convertir esta ciudad española en el lugar de peregrinación con mayor relevancia de la historia del cristianismo.
La cercanía en esta semana de la Solemnidad del Apóstol Santiago, patrón de nuestro país, nos ofrece la oportunidad de acercarnos y compartir, aunque sea solo espiritualmente, este camino de tantos hermanos nuestros que paso a paso recorren el itinerario en el que Dios se convierte en escritor de una historia protagonizada por uno de nosotros.
Peregrinar es recorrer un camino que propicia una experiencia de encuentro, un camino de búsqueda en el que Dios y el hombre se reencuentras para andar de la mano. Un reencuentro que nos invita a bosquejar una vida en la que el hombre es conducido por la providencia de Dios. La peregrinación nos enseña a vivir en humildad y en plena confianza, dejarlo todo en sus manos y experimentar de verdad el sentido de ser hijos del omnipotente.
La peregrinación necesita de un componente esencial para ser vivida de verdad, en todas las dimensiones de las que se compone. Para peregrinar hace falta la fe, hay que creer y conocer a Dios. El encuentro es el primer paso, para poderle escuchar y de esta forma, dejar que él nos conduzca en el camino de la vida.
La fe es la que nos empuja a vivir y comprender la importancia de este encuentro, a interpretarlo como el primer momento de una nueva historia escrita junto a Cristo, el Señor. La peregrinación nos ayuda afinar los sentidos y el corazón, de manera que nos sea cada vez más fácil ser testigos del amor de Dios en el mundo. Transmisores de aquello que es nuestro gozo y que da sentido a nuestra vida.
Comprender esta presencia de Dios, convertirla en el núcleo de nuestra vida, es el germen del apostolado. Esta vivencia de Dios es lo que movió a Santiago a su anuncio del Evangelio, a convertirse en incipiente evangelizador de nuestro país. El testimonio de los Apóstoles es una invitación a la conversión, a cambiar nuestros errores, a incorporar a Dios a esta gran peregrinación que es la vida en la que estamos llamados a tomar a Jesucristo como nuestro mejor compañero de camino. Que sea Él quien guie nuestros pasos, quien allane el camino, quien nos haga llegar hasta el final de esta peregrinación en la que podamos cantar eternamente la acción de gracias a Dios.
Quique, vuestro cura.