Editorial

Una nueva esperanza

El próximo domingo iniciamos un nuevo año litúrgico, y con él de nuevo reemprendemos el Adviento, el tiempo de la esperanza, de la preparación para la venida de Jesús en la carne y el recuerdo de la gran espera del pueblo de Dios, la segunda y definitiva venida de Cristo.

Es por ello un tiempo óptimo para mirar en perspectiva nuestra vida creyente, e intentar hallar aquello que mantiene viva nuestra esperanza más profunda. La esperanza es la forma de vida del cristiano, es la determinación con que contemplamos el mundo, con que nos acercamos a una humanidad herida y sufriente que cada día se levanta, y camina buscando sentido para continuar en una nueva dirección.

El Adviento en sus primeras semanas nos quiere ayudar a través de la liturgia, la Palabra de Dios y la espiritualidad propia de estos días a que vivamos como cristianos una vida abierta siempre al cambio, a la gracia, a la acción de Dios. Nada está totalmente perdido, nada es un sinsentido ni un absurdo si somos capaces de hallar la presencia de Dios en nuestra historia, y comprender como es él quien camina delante de nosotros y va conduciéndonos para que tengamos experiencia de ser amados incondicionalmente por él, y en ese amor salvados y llamados a la vida eterna. Esa es nuestra única Esperanza.

Las luces que encenderemos cada semana de Adviento son signos que nos recuerdan que solo Dios puede alumbrar la oscuridad del hombre, y lo hace de forma progresiva, con paciencia, con pedagogía, dejándonos saborear y recrearnos en esta experiencia iluminadora que es descubrirle en la persona de Cristo, conocerle, amarle y participar de su misterio pascual, que nos hace a todos partícipes de su resurrección y de su gloria. El camino del Adviento es el camino del creyente que camina sintiéndose cada día más cercano a su Señor, y esperando contemplar su rostro.

El profeta Isaías que nos acompañará en estas jornadas, nos irá introduciendo a través de su lenguaje alegórico, de sus imágenes descriptivas, entrañables e idílicas en el misterio de la Navidad, al mismo tiempo que nos recuerdan que somos continuadores de esa historia que hace miles de años Dios quiso llevar a cabo jcon Israel, el pueblo de las promesas. Las promesas siempre son esperanzadoras, dirigen nuestra mirada al futuro y propician que vivíamos con ilusión renovada cada experiencia.

Que en este Adviento recordemos las promesas del Señor con nosotros, que de nuevo sintamos cerca a Jesús que en la ternura de un niño vuelve a mirarnos y nos va introduciendo en el misterio de Cristo, el Emmanuel, Dios con nosotros que nos hace partícipes de su historia de salvación y cuenta con nosotros para hacer posible en nuestros hermanos este encuentro con Jesús que da sentido a la vida.

Que el Señor nos ayude a vivir un Adviento lleno de Esperanza.

Quique, vuestro cura.

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