Editorial

Enviados para anunciar la Buena noticia

De nuevo en este año, el próximo sábado recibirán el sacramento de la Confirmación un grupo de jóvenes de nuestra comunidad cristiana. Y lo harán con la conciencia de que se convierten en cristianos adultos para vivir la fe y para ser anunciadores de esta buena noticia que es el Evangelio de Jesucristo, la gran noticia del amor ilimitado de Dios que él nos anunció.

Este amor de Jesucristo que da vida y empuja a dar la vida es lo que el Espíritu les enseñará a experimentar y a comunicar por este sacramento con el que culminan su iniciación cristiana (a nivel sacramental, claro está). No obstante, no son enviados a convertirse en cristianos autónomos, a buscarse la vida a nivel de fe, sino que, al confirmarse aquí, junto a nosotros, su fe queda vinculada a esta comunidad cristiana de Villar del Arzobispo.

Y he aquí que aparece el reto y los interrogantes, para el párroco, y en extensión para todos los que nos sentimos parte de la parroquia. ¿Cómo los recibimos? ¿Qué es lo que les ofrecemos? ¿Cómo podemos tratarles y mostrarnos cercanos a ellos para que puedan sentirse como en familia, en su propia casa?

Creo que es mucho más recomendable y positivo que transformemos la posible queja o lamento de la ausencia de los jóvenes en una motivación para plantear un trabajo efectivo con la mirada dirigida hacia el futuro de la comunidad.

Esta situación, en primer lugar, debe hacernos conscientes de que necesitamos a las generaciones que vienen tras nosotros para que la fuerza del Evangelio siga viva en nuestro pueblo. Junto a esto, no debemos detenernos en un deseo de renovar y actualizar la estructura parroquial de forma en que también los que llegan puedan encontrar su sitio, y vivir la fe junto a su comunidad.

Es clave también concienciarnos y tomar parte en nuestra tarea misionera y evangelizadora, que puedan ver los jóvenes como a quienes ya estamos aquí nos ilusiona y nos motiva la posibilidad de dar a conocer a Jesucristo, que es para nosotros algo fundamental propiciar este encuentro entre la persona y Jesucristo que da sentido a la vida.

Es fundamental además que puedan ver en nosotros una familia unida que se cuida, se arropa y comparte todo cuanto tiene y vive: gozos, tristezas, alegrías, dificultades… que se sientan atendidos e importantes para la comunidad que los recibe, y que cuenta con ellos para multitud de iniciativas, proyectos y misiones concretas. Que tengas así experiencia en primera persona de la Iglesia, y de sentirse parte de la misma.

Son muchas las cosas que podemos pensar juntos, proponer, iniciar… pero es fundamental que demostremos que la fe es el motor y el sustento de nuestra vida, que Dios ocupar en nuestra lista de prioridades el primer lugar… ¿Quién está dispuesto a darse y darlo todo por Cristo?

Quique, vuestro párroco.

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