¡Virgen de la Paz, cúbrenos bajo tu manto!
Esta frase es una de las expresiones más hermosas que he aprendido desde que soy párroco de Villar. Los mayores, los enfermos, los que se encuentran en situaciones de especial necesidad repiten esta sencilla oración: Virgen de la Paz, cúbrenos bajo tu manto. Y bajo el manto de nuestra madre volvemos a ponernos un año más los villarenses, bajo la mirada tierna y amorosa de la Virgen, a la que aclamamos como Reina y Señora de la Paz.
Cada novena, como preparación a la fiesta de la Virgen, es una nueva oportunidad para acercarnos a nuestra patrona, Nuestra Señora de la Paz, y junto a ella fortalecer nuestra fe, expresar nuestros sentimientos, manifestar nuestra devoción, y seguir escribiendo la historia que Villar del Arzobispo no puede desvincular de su amor filial a la Virgen de la Paz.
Y así, cada día de este novenario, volvemos a ponernos bajo el manto de la Virgen. Un manto que protege, que guarda a sus hijos, que les enseña a cuidarse y a cuidar de los demás tomando como referente, como modelo, el Evangelio de Jesucristo. María nos protege con su amor, y nos enseña a amar. La protección del manto María es la unión más estrecha, más cotidiana, más natural con Jesús. María, bajo su manto, nos muestra al Hijo, que es nuestra protección, nuestra ayuda, nuestra salvación. Poniéndonos bajo su manto protector dejamos que la Madre nos acerque al Hijo.
Un manto que también es manto acogedor. ¿Quién se ha sentido alguna vez abandonado de tan tierna madre? Bajo el manto de la Virgen están nuestros deseos, nuestros sufrimientos, nuestra acción de gracias. Todo y todos caben bajo el manto de la virgen de la Paz. Un manto que, de forma especial, durante estos días, se extiende y se hace grande cubriendo a todas las familias, a todos los hogares, hasta al convento de las Madres Carmelitas, acogiendo las oraciones y las súplicas de los que contemplan la mirada tierna de Nuestra Señora, y en ella sienten comprensión, escucha, ayuda, perdón… Por María se sienten acogidos, comprendidos, y amados.
Un manto que es también cálido, que nos sirve de abrigo y cobijo a los que nos acercamos a María. La Virgen de la Paz, en estos días, a pesar de las temperaturas hibernales, hace que toda la comunidad cristiana, que todo un pueblo se reúna junto a ella. El calor de María es el calor de los hermanos, el calor de la Iglesia que en Villar está unida para venerar y aclamar a su Patrona. La presencia de la Virgen de la Paz en nuestro pueblo tiene un atrayente especial; la Madre congrega a sus hijos para sentarlos a la mesa de la Eucaristía, para escuchar sus oraciones, para que se sientan hermanos y miembros de una misma familia, en la que todos son bienvenidos.
Disfrutemos de estos días, de cada momento, de cada tiempo de oración, de cada celebración de la Eucaristía. Que podamos sentir la protección de María, la acogida de su corazón, el calor de su mirada y de su caricia que nos acercan al amor de Dios. Que de nuevo, mirando a los ojos a la Madre podamos repetir: ¡Virgen de la Paz, cúbrenos bajo tu manto!
Aprovechemos de verdad esta novena.
Quique, vuestro párroco.