Editorial

Domingo “Laetare”

El Cuarto domingo de Cuaresma es conocido en el calendario litúrgico como el Domingo Laetare o Domingo de la Alegría, y es que el tiempo de preparación y penitencia ya pasa el ecuador, y está pronta la llegada de la Pascua. La Iglesia que peregrina hasta Jerusalén para celebrar de nuevo la Pascua con el Señor, canta la alegría de ver ya cercana la ciudad santa, así se inicia la liturgia de este día “qué alegría cuando me dijeron…”.

Hemos recorrido ya una larga parte de la vía de la cuaresma, por la que hemos ido purificando nuestra vida y nuestro corazón de aquello que nos ata al pecado y nos arrebata la libertad, hemos cruzado el desierto y subido al Tabor, y hemos recordado como el amor de Dios es para nosotros un mar insondable de misericordia y de perdón para todos aquellos que de corazón hemos pedido la gracia de la conversión.

Ahora sabemos que Jerusalén está cercano, sin embargo, nos quedan aún jornadas cuaresmales para que el camino de seguimiento de Jesús se culmine en la ciudad santa. Da tiempo esta Cuaresma de que hagamos aún un alto en el camino en Betania, la casa de los amigos del Señor. Betania es lugar de descanso, de escucha y de diálogo con Jesús. Por ello es bueno que encontremos más momentos para pasarlos allí junto a Él. Momentos de lectura de la Escritura, de oración, y de descanso en los que nuestro corazón pueda hallar junto al Señor consuelo, esperanza y comprensión.

También un trecho del camino para caminar junto a María y meditar con ella aquellos momentos que fueron fortaleciéndola en la fe, que fueron revelándole la gran misión que Dios le confiaba a su Hijo, y para la que ella había sido mediadora entre Él y la humanidad. Los Siete Dolores de María nos preparan para que nuestro corazón pueda acompañar a Cristo en su Pasión. Durante el septenario, María, la madre dolorosa, será nuestra guía en la ruta cuaresmal que nos conduce a Jerusalén.

Así, de la mano de María y con la fuerza que nos da Cristo, nuestro amigo, nuestro hermano, entraremos con gran gozo en Jerusalén, entre palmas y ramas de olivo, triunfantes, sabiendo que de nuevo renovaremos en nuestras vidas la gracia que Jesús sigue derramando a través de su misterio pascual. Gracia que nos llegará en su amor fraterno en el cenáculo, en la noche del Jueves Santo. Gracia que se renovará en la entrega de Cristo en la cruz para la redención del mundo. Gracia que será triunfo y gozo desbordante en la noche pascual.

Estas son las jornadas que nos quedan por recorrer juntos. “¡Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén”

Quique, vuestro párroco.

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