¡PASCUA SAGRADA, OH PASCUA SIEMPRE NUEVA!
Así, como algo nuevo, distinto, con capacidad de transformar y renovar aquello que ya conocemos y forma parte de nuestra vida, irrumpe la Pascua en nuestra vida como una nueva oportunidad de Dios para cada uno de nosotros. La Resurrección del Señor da inicio a una fecunda cincuentena en la que la alegría del resucitado toca el corazón y lo llena de gozo al sentirse lleno de vida y de esperanza.
Jesús ha vencido a la muerte, y así se abren para nosotros las puertas de la vida verdadera, las de la vida Eterna. El Aleluya que anuncia la vida y el gozo pascual suena en las voces de la asamblea que aclama y se reencuentra con su Señor vivo y resucitado de entre los muertos. Así, la Resurrección hace pasar en la Pascua por nuestra vida a Cristo triunfante, que como el agua fertiliza la tierra en sequía, también hace que se renueven nuestras vidas.
La Pascua es el tiempo para renovar en primer lugar nuestra fe. Una fe tantas veces adormecida, sometida a la rutina, y arrinconada ante los ajetreos de la vida cotidiana. Tras la celebración de la Vigilia Pascual, en la que renovamos las promesas de nuestro bautismo, cada día de este tiempo es un eco bautismal, en el que recordamos con agradecimiento el don de la fe, y la renovamos con el deseo de que se reavive la gracia que nos regala el Señor por este Sacramento. Bautismo que nos une a Cristo, a su resurrección, y nos enseña a caminar en la vida terrena con la mirada puesta en la vida plena, en Cristo Glorificado.
También en la Pascua será renovada la vida de la comunidad cristiana, de nuestra parroquia. Es el tiempo pascual el tiempo sacramental por excelencia. En estos meses, varios recién nacidos serán incorporados a la Iglesia por el Bautismo, con el gozo de saber que cuentan con una nueva gran familia, la comunidad cristiana, que reza por ellos y los quiere acompañar en el camino de la fe. Un grupo de niños recibirá esta Pascua por primera vez a Jesús en la Eucaristía, los enfermos participarán en la celebración comunitaria de la unción, y también un grupo de jóvenes recibirá el don del Espíritu por el sacramento de la Confirmación.
La Pascua renovadora es motivo por tanto de Esperanza, porque todo aquello que ha ido creciendo, madurando y purificándose durante la cuaresma ahora brota con vigor dando nuevos frutos que el mundo, la sociedad y la Iglesia necesitan. Frutos Pascuales, frutos de vida y de alegría.
Que esta Pascua sea una nueva posibilidad para que nuestra vida sea iluminada por el resplandor de la Resurrección de Cristo, y así hagamos presente la luz de su Pascua, su alegría y su esperanza allí donde nos hallemos.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
¡Cristo ha resucitado!
¡Verdaderamente ha resucitado!
Quique, vuestro párroco.