Rincon Carmelitano

ESPERANZA NUESTRA

Hoy vamos a contemplar a María, la Madre del Señor, como mujer de esperanza; virtud de la cual San Juan de la Cruz afirma que «tanto alcanza cuanto espera». Y, en María, toda su esperanza ha quedado generosamente colmada por el Dios fiel.
María es la Madre de la esperanza, la imagen más expresiva de la esperanza cristiana. Toda su vida es un conjunto de actitudes de esperanza. La Virgen es un modelo de esperanza, tal como aparece en el magníficat glorificando a aquel que cumple fielmente sus promesas de salvación.
La virgen nos inspira plena confianza para pedirle que nos enseñe a esperar con paciencia, a confiar, con la certeza de saber que Dios «no tarda» en cumplir lo que promete. En el Cenáculo, María, con su presencia y su plegaria, reforzó y animó la oración y la esperanza de los discípulos para que recibieran el Espíritu Santo, la promesa de Jesús. junto a la cruz de Jesús, cuando Dios parece eclipsase por culpa del mal del mundo. María sigue confiando. Así también los cristianos apelamos a la solicitud maternal de María y rezamos con María para ser hombres y mujeres de esperanza, para esperar el mañana de Dios. Pero, además, María es, ciertamente, la gran señal de nuestra esperanza. Por eso, y con toda razón, en la salve llamamos a María «esperanza nuestra». Mujer de esperanza, que se alimenta de escucha, contemplación y paciencia, para que maduren los tiempos de Dios.
La Virgen Santa e Inmaculada, nos precede en lo que Dios ha soñado para toda la humanidad que, como primicia, vemos ya realizado en Ella. María como privilegio singular y en atención a los méritos de Cristo, ha sido constituida «Santa e Inmaculada» desde el primer instante de su concepción. También nosotros de igual manera, por la sangre de Cristo, somos llamados a compartir con María su misma condición gloriosa, siendo como ella, en la presencia de Dios «santos e inmaculados por el amor».
María es prototipo y modelo de la Iglesia, y en ella contemplamos realizado lo que anhelamos y deseamos alcanzar. Por tanto, la contemplación del misterio de María es gozar ya, en esperanza de fe, la gloria futura, mientras invocamos a María.

Hermanas Carmelitas.

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