CORPUS CHRISTI
El domingo celebramos la Solemnidad de Corpus Christi, la decisión de Jesús de quedarse con nosotros, la divina decisión de quedarse en medio de nosotros, en el Sacramento, no podemos tener otra respuesta sino la devolver cercanía por cercanía. Si El ha querido ser Dios, el Padre, el Hermano, el Amigo el Maestro cercano, plantando su Tienda-Tabernáculo entre nosotros, nosotros hemos de ser los hijos, hermanos, amigos y discipulos cercanos a esa Presencia.
En la Eucarsitía a Dios le podemos… comer. Y no solo permite que lo hagamos, sino que vincula a este comerle, los mayores dones que un Dios puede conceder.
Santa Tersa, nos dice: que pidamos al Padre Eterno merezcamos recibir el nuestro Pan Celestial de manera que, ya que los ojos del Cuerpo no se pueden deleitar en mirarle por estar encubierto, se descubra a los ojos del alma y se le dé a conocer, que es otro mantenimiento de contentos y regalos y que sustenta la vida (Camino 34, 5-8)
Jamás deberíamos pasar por delante de una iglesia u oratorio sin entrar, hacer un rato de fe, agradecer su cercanía, y luego, -según el tiempo disponible o disposición del corazón- suplicar, interceder, dar gracias por mil gracias, alabar, adorar o, simplemente ¡estar!
Podríamos decir que nuestra vida espiritual vale lo que vale nuestra piedad eucarística. O sea, la Eucaristía es, sin ninguna duda, el centro, la raíz, el culmen de la vida cristiana. En la Eucaristía recibimos todos los dones, es pura gratuidad, se nos da, no nos quita nada, se nos regala. Hay gente que cree que por ir a Misa tiene que dejar, que perder, media hora. Y no, no es perder algo, es que todo se te da.
Hermanas Carmelitas