Editorial

Nuevos Caminos

La vida, en muchos momentos, parece que nos sorprende de forma inesperada con acontecimientos, propuestas y proyectos que se escapan de nuestras previsiones, y que son manifestación de como la providencia de Dios, a veces incomprensible, es verdaderamente quien gobierna nuestro propio destino.

Cuando los planes se desmoronan, en muchos momentos lo primero que aparece en nuestra vida es la queja. La impotencia se traduce en una expresión de desacuerdo, de lamento por todo aquello pensado, programado y esperado. En un mundo de la previsión, el cálculo y los planes preestablecidos, la sorpresa es algo que nos incomoda y nos arrebata la paz. Quizás por ello, el Señor es gran especialista en modelar sus proyectos para que podamos descubrirle detrás de cada realidad.

Una segunda que aparece en nuestro corazón es la duda. ¿Viene de Dios aquello que aparece ante nosotros? ¿Es el ser humano quien mueve los hilos de nuestra vida, o está Dios detrás de su mano? La fe siempre tiene esa apariencia de duda en la que Dios se nos presenta velado. En los demás, en las realidades concretas, en la misma Iglesia y en sus miembros, sale Dios a nuestra presencia, si somos capaces de descubrirle desde los principios de la caridad, el bien y la bondad.

No obstante, la mirada cristiana nos sugiere una forma de comprender las cosas muy distintas. Desde la conciencia de que el camino es Dios quien lo va marcando, solo una expresión debe surgir en nuestro corazón, el agradecimiento. Agradecer lo que el Señor nos regala, y comprender que cada paso, cada momento, y cada experiencia son un regalo que acoger, vivir, y agradecer.

Quizás el error del cristiano sea instalarse, quedarse encerrados en la propia comodidad, pensar que en la vida ya lo hemos conocido todo y ya no nos queda nada por aprender. A esto nos tienta el mal espíritu. Frente a ello, la total disponibilidad, el corazón abierto, las sandalias en los pies y el bastón en la mano para seguir los caminos del Señor.

Quique, vuestro cura.

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