EDITORIAL

Gracias, Madre…

Escribo estas líneas como una acción de gracias que se prolongará en las próximas hojas parroquiales (ya pocas) hasta mi despedida el próximo día 4 de Febrero. Y esta acción de gracias se une al agradecimiento del todo el pueblo de Villar, que cada 24 de enero agradece a Dios el don de su Madre celestial.

San Bernardo de Claraval, el padre de la espiritualidad mariana, nos enseña: “En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María.”. Esa mirada confiada en la Madre ha sido en mi ministerio junto a vosotros mi oración constante. Una comunidad, una acción pastoral y evangelizadora, una labor de conservación y mejora, un servicio constante desde María.

Toda dificultad, toda duda, e incluso las consecuencias de mis errores, equivocaciones o imprudencias los he depositado en sus manos de madre. Nunca, en ninguna ocasión, me he

sentido por ella desamparado en mis sufrimientos, desoído en mis oraciones, y solo en mis proyectos. Todo mi ministerio en Villar ha estado acompañado y acariciado por la mirada tierna y

comprensiva de la Virgen de la Paz.

Hoy me uno a la historia de los cristianos de Villar dando personalmente gracias a Dios por el regalo de la Virgen de la Paz en el camino de fe de este pueblo. En tantos corazones de Villar está grabada su mirada, en tantos hogares de nuestro pueblo se elevan contantes plegarias confiando en su intercesión de Madre, que es indudable que María quien sostiene y aviva la fe en esta tierra.

Como he dicho en muchas ocasiones, ni el Villar se entiende sin la Virgen de la Paz, ni la Virgen de la Paz puede conocerse sino es en el amor, la devoción y la confianza de sus hijos. Ambos son recíprocamente necesarios, y la identidad del pueblo y la Virgen, están históricamente unidos en una

historia de amor mutuo de María por su pueblo. Por eso he creído que entre mis tareas como pastor, era una responsabilidad y una importante tarea cuidar, fomentar y dedicar tiempo a este patrimonio espiritual que da vida a la comunidad parroquial.

Ella es el tesoro espiritual de Villar de Arzobispo, la joya más preciada de la fe de este pueblo, y todo gesto, toda ofrenda, y todo esfuerzo por la Virgen, es una expresión del pueblo cristiano del amor a Dios y a su Madre.

Expresiones que debemos cuidar, valorar y apreciar como una manifestación sencilla de la fe del

Pueblo de Dios.

Gracias madre por tantos beneficios, por tantas oraciones acogidas y escuchadas, por haber hecho tuya la oración de una comunidad junto a su pastor, y haberla convertido en gracias incesantes sobre este pueblo y su parroquia. Gracias por este tiempo feliz de servicio al Villar y a su comunidad parroquial bajo tu atenta y tierna mirada, que para toda mi vida ha quedado grabada en mi recuerdo como una caricia de Dios en mi ministerio sacerdotal. Madre siempre amable, Virgen de la Paz…

Quique, vuestro cura.

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