EL CIELO LO LLEVAMOS DENTRO DEL ALMA
«El alma unida a Dios se diviniza de tal manera que llega a pensar, desear y obrar con forme a Jesucristo. ¿Hay algo más grande en el mundo que Dios? ¿Hay algo más grande que un alma divinizada? ¿No es esta la mayor grandeza a que puede aspirar el hombre? Es verdad que no lo vemos con nuestros ojos del cuerpo. Mas Dios se nos hace visible por la fe. No lo palpamos con nuestras manos, mas lo palpamos en cada una de sus obras.
Créeme, sinceramente te lo digo; yo antes creía imposible poder llegar a enamorarme de un Dios a quien no veía; a quien no podía acariciar. Mas hoy día afirmo con el corazón en la mano que Dios resarce enteramente ese sacrificio. De tal manera siente uno ese amor, esas caricias de Nuestro Señor, que le parece tenerlo a su lado. Tan íntimamente lo siento unido a mí, que no puedo desear más, salvo la beatifica en el cielo. Me siento llena de El y en ese instante lo estrecho contra mi corazón pidiéndole que te dé las finezas de su amor. No hay separación entre nosotros. Donde yo vaya, El está conmigo dentro de mi pobre corazón. Es su casita donde yo habito; Es mi cielo aquí en la tierra. Vivo con El y, a pesar de estar en los paseos, ambos conversamos sin que nadie nos sorprenda ni pueda interrumpirnos. Si tú lo conocieras lo bastante, lo amarías. Si tuvieras con El una hora de oración, podrías saber lo que es el cielo en la tierra».
Esto nos dice nuestra hermana Teresa de los Andes a cada uno de nosotros.
HERMANAS CARMELITAS