Rincon Carmelitano

SANTA TERESA DE JESÚS, EXCLAMACIÓN 7,1

  «¡Oh esperanza mía y Padre mío y mi Criador y mi verdadero Señor y Hermano! Cuando considero en cómo decís que son vuestros deleites con los hijos de los hombres mucho se alegra mi alma. ¡Oh Señor del cielo y de la tierra!, ¡y qué palabras estas para no desconfiar ningún pecador! ¿Faltaos, Señor, por ventura, con quién os deleitéis, que buscáis a un gusanillo tan de mal olor como yo? Aquella voz que se oyó cuando en el Bautismo, dice que os deleitáis con vuestro Hijo. ¿Pues hemos de ser todos iguales, Señor? ¡Oh, qué grandísima misericordia´, Y  qué favor tan sin poderlo nosotras merecer! ¡Y que todo esto olvidemos los mortales!   Acordaos Vos, Dios mío, de tanta miseria, mirad nuestra flaqueza, pues de todo sois sabedor»

  Teresa se deshace en calificativos entrañables para con Dios: Padre, Criador, Señor, hermano. Todos rezuman agradecimiento, cercanía, confianza, Él es su esperanza segura para mañana y para siempre.

 A Teresa le llega a lo más intimo del corazón tomar conciencia de que Dios encuentra su deleite compartiendo con los hijos de los hombres, Él, que es el Señor del cielo y de la tierra, se ha abajado tanto que hasta con ella se ha mostrado tan cercano y comprensivo.

 Dios se deleita de ser fiel a su palabra en amar. Dios se deleita en la dignidad de mirar a los hombres como sus hijos. Y nadie queda descartado de esa grandeza. Todos han adquirido esta nobleza interior por pura voluntad de Él.

  Urge de vaciar de tanto peso innecesario  la mochila de peregrinos y de llenarla de la confianza en la misericordia de Dios. El camino de la desposesión desemboca en la autopista del amor misericordioso de Dios. Ligeros de equipaje, pero con el equipaje adecuado

      HERMANAS CARMELITAS

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