La alegría de los santos y la esperanza de los difuntos
El mes de noviembre es un tiempo especial para los cristianos, pues celebramos dos fiestas muy importantes: la solemnidad de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos. Estas fiestas nos recuerdan nuestra vocación a la santidad y nuestra esperanza en la resurrección.
La solemnidad de Todos los Santos
El día 1 de noviembre celebramos la solemnidad de Todos los Santos, una fiesta que nos llena de alegría y gratitud. En este día, recordamos a todos aquellos que han llegado al cielo, no solo a los santos canonizados por la Iglesia, sino también a los santos anónimos que han vivido el Evangelio con fidelidad y amor.
Los santos son nuestros hermanos y hermanas mayores en la fe, nuestros modelos y maestros, nuestros intercesores y amigos. Ellos nos muestran que es posible seguir a Cristo en medio de las dificultades y tentaciones del mundo, y que la santidad no es algo reservado para unos pocos, sino el llamado universal de todos los bautizados.
La solemnidad de Todos los Santos es también una invitación a renovar nuestro compromiso con el Señor, a imitar las virtudes de los santos y a aspirar a la perfección cristiana. Como dice el papa Francisco: «No tengamos miedo de mirar hacia lo alto, hacia el cielo, hacia la meta final de nuestra vida. No tengamos miedo de dejarnos guiar por el Espíritu Santo. Él nos hace sentir la belleza y el gozo de ser amados por Dios».
La conmemoración de los Fieles Difuntos
El día 2 de noviembre celebramos la conmemoración de los Fieles Difuntos, una fiesta que nos llena de esperanza y solidaridad. En este día, recordamos a todos aquellos que han muerto en la gracia de Dios, pero que aún necesitan purificarse antes de entrar en la gloria del cielo.
Los difuntos son nuestros hermanos y hermanas menores en la fe, nuestros beneficiarios y destinatarios, nuestros compañeros y familiares. Ellos nos esperan en el más allá, confiando en nuestra oración y nuestra ayuda. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «La Iglesia ofrece también sufragios por los difuntos que se hallan en estado de purificación. Esta ayuda espiritual se expresa especialmente mediante el sacrificio eucarístico».
La conmemoración de los Fieles Difuntos es también una invitación a reavivar nuestra caridad fraterna, a rezar por las almas del purgatorio y a ofrecer eucaristías por su eterno descanso. Como dice el papa Benedicto XVI: «La Iglesia nos invita hoy a rezar por nuestros queridos difuntos y a detenernos ante sus tumbas en los cementerios. […] La visita al cementerio […] adquiere un significado más profundo si se realiza en clave pascual, con fe en Cristo resucitado».
Os animo a vivir este mes de noviembre con intensidad espiritual, aprovechando las gracias que Dios nos ofrece a través de estas dos fiestas tan significativas. Que la alegría de los santos nos estimule a seguir sus pasos en el camino hacia el cielo. Que la esperanza de los difuntos nos impulse a rezar por ellos y a ofrecer eucaristías como la mejor y más perfecta oración que podemos ofrecer por nuestros nuestros hermanos que ya han partido a la casa del Padre.
Que María, Reina de Todos los Santos y Madre de los Afligidos, nos acompañe siempre con su intercesión y su consuelo.