MES DE MAYO, MES DEDICADO A MARÍA.
Al entrar con atención en la presencia de María, reconocemos en ella un principio de gozo y plenitud, de belleza y esperanza que nos desborda. ¡Toda hermosa!, así invocamos con la Iglesia a la mujer que, desde su concepción inmaculada, refleja más perfectamente la belleza divina.
Al poner nuestra mirada en la vida eterna siempre encontramos a María, alegría y esperanza nuestra. Ella siempre tiene la puerta abierta; es la puerta luminosa de la vida, por la que accedemos a Jesús, que es camino, verdad y vida. Mirando a maría, sabemos que somos lugar para Dios. Mirando a Dios, sabemos que somos lugar para todos los excluidos.
María no deja solos a los que ama, nos abre el paso a la alegría plena. Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo, por el que contribuye para engendrar y aumentar la vida divina en cada una de las almas delos hombres redimidos.
Cuando reconocemos nuestros pecados y acudimos a Ella, María es la puerta del perdón siempre abierta, que intercede para que descienda sobre nosotros los dones de la gracia y se nos abran las puertas del cielo. Como unas nuevas bodas de Caná, nos pone ante Jesús y nos dice: «Haced lo que Él os diga».
María nos acoge con alegría de Madre y nos dice al corazón que hemos nacido para algo grande: los sueños de Dios para todos, el Evangelio de Jesús, las corazonadas del Espíritu.
El futuro del ser humano es un futuro de gloria. María nos mete en esa gran certeza: la vida eterna, que acompaña y fortalece nuestro vivir. Ella abre nuestros ojos para ver la luz de Dios, abre nuestros oídos para oír el amor entrañable de nuestro Salvador.
Hermanas Carmelitas